La primera vez que leí uno de los libros de Simenon protagonizados por el comisario Maigret, me llamó la atención que la mejor manera que tenía de ordenar sus pensamientos en mitad de una dura investigación era sentarse junto a la estufa, quitarse los zapatos, comerse un bocadillo y beberse una cerveza. Me pareció a la vez entrañable y cercano, una manera genial de demostrar la humanidad de Maigret. Pero la relación de este personaje con la comida va mucho más allá de los bocadillos y la cerveza.
Como buen policía, lo cierto es que Maigret no paraba mucho por casa a comer, aunque las veces en que lo hacía, su mujer había preparado siempre una buena comida o una cena de primera. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de los años 40 y 50, claro. Cuando no comía en casa, el comisario visitaba los mejores bistrós del barrio. El paladar era algo muy importante para él y casi podríamos decir que se adelantó, y mucho, a otros personajes como el comisario Montalbano o Pepe Carvalho.
En varias historias demuestra su pasión por la cerveza, pero también por el vino. A través de él conocí por primera vez el beaujolais nouveau, un vino primeur fermentado durante unas semanas y que se saca a la venta el tercer jueves de noviembre. Otro de sus platos típicos favoritos son las andouillettes, unas gruesas salchichas de cerdo muy condimentadas que se guardan en gelatina y se hacen a la parrilla o al horno.
Pero no sólo toma vino, o cerveza. A lo largo de los más de 300 locales que Maigret llega a visitar en los libros y relatos, entre cafés y bistrós, también prueba calvados, coñac y, como no podía ser de otra manera, aperitivos tan franceses como el Pernord o el Pastís, entre otros licores.
Otras comidas interesantes, casi todas de gran tradición gastronómica francesa, son el asado de ternera a la normanda, el guiso de cordero o la pata de ternera lechal con lentejas. En ocasiones también se pega un buen homenaje a base de costillas al horno, pollo asado, patatas y varias cañas. No podemos dejar de lado los crêpes Suzette, los mejillones a la belga, los escalopes o el pato a la naranja. También sabemos que le gusta mucho el pescado y el marisco: come sepia guisada con patatas o sopa de almejas.
En ocasiones, Maigret lleva a su mujer a comer fuera, para lo que escoge restaurantes de mayor calidad o bien de cocina extranjera, donde disfrutar de unos buenos espaguetis a la marinera, chuletas de cordero o vichyssoise. Lo cierto es que siempre saca tiempo para tomarse un par de cañas -demis-, comer algo, probar un licor y fumar en pipa.
La cantidad de estos platos y recetas resulta tan grande, e interesante, que, en 1975, Robert J. Courtine, un especialista en cocina francesa, publicó un libro con las recetas más interesantes de las novelas. Su título: Las recetas de Madame Maigret, ya que son sus comentarios los que acompañan a cada uno de los platos.