Bárbara Blasco (Valencia, 1973) se licenció en Periodismo, con premio extraordinario de fin de carrera, y desempeñó su profesión tanto en medios de comunicación locales como en gabinetes de prensa. Sin embargo, su vida probablemente ha estado más marcada por los empleos temporales de todo tipo que ha tenido.
Desde su experiencia como ayudante de mago o bailarina de cabaret, a su paso por el gremio de camareros, su época como actriz secundaria y su momento como teleoperadora. Todos ellos trabajos «absurdamente productivos» —reza la biografía que le escribieron en su editorial— que terminaron desembocando su carrera «en el maravilloso e improductivo mundo de la literatura». Un «laberinto del que no consigue salir», apostillan.
Porque esta plumilla también formada en dirección cinematográfica y guión por el Centre d’Estudis Cinematogràfics de Catalunya, la escuela de cine de San Antonio de los Baños en Cuba y la escuela de guionistas Luis García Berlanga de la UIMP, está complemente entregada al mundo de las letras. Fue coautora de libros como Un cuento para cada problema, Mujeres de premio o Voces de experiencia, y durante el 2014 publicó su primera novela, Suerte, de notable éxito, a la que le ha seguido una segunda, La memoria del alambre.
Al margen de la escritura, Bárbara es también una gastrónoma de pies a cabeza.
¿Cuáles son los tres primeros alimentos que te entran ganas de adquirir cuando sales de compras?
Alcachofas, piñones, un mango. Según el día.
¿Cuál es ese restaurante que repetirías sin parar?
En general soy de quemar los sitios, las canciones, un autor. Ahora mismo tengo un momento Bouet en mi vida, aunque a sitios como Askua siempre se vuelve.
¿Y cuál el que no has ido pero te mueres de ganas por ir?
Me gustaría ir a Fäviken, a 700 kilómetros de Estocolmo, casi en el fin del mundo. Ahora que viene Trump, una cena maravillosa y crepuscular.
¿En qué placer culpable te gusta incurrir (de vez en cuando) a la hora de comer?
Todo placer tiene algo de culpable. De alguna forma, la culpa aviva el deseo, no puede uno entregarse al hedonismo sin dejarle su espacio, borrarla del todo es imposible, siempre hay personas hambrientas, pobres animales sacrificados, y grasa, y colesterol, y que si me voy a poner como una foca. Todo hedonismo es una culpa perfeccionada. De vez en cuando, incurro en un tuétano supergrasiento por poner un ejemplo.
¿Cuál es el mejor mercado para ir de compras gastronómicas?
Yo creo que los mercados más que visitarlos como turistas hay que vivirlos, mira qué sepietas más frescas tengo, nena, dos lechugas por un euro. Es un microclima el mercado, una forma de vida, una declaración de amor a los barrios, una resistencia frente a la industrialización y la avaricia empresarial. Me acabo de mudar justo al lado del mercado de Ruzafa, así que ese es mi mercado.
¿Qué capricho foodie te has dado recientemente o te gustaría darte?
Vengo de El Celler de Can Roca, un caprichito caprichazo que sin duda no merezco.
¿Recuerdas alguna locura que hayas hecho por amor... a la cocina?
Juntarme con un profesional de la gastronomía para acabar por no distinguir entre amar la comida o comerme el amor.
¿Qué ingrediente o materia prima consideras sobrevalorado?
En general aquellos que alcanzan precios desorbitados por la escasez: las angulas, por ejemplo, para mí no hay escalera suficiente en el paladar para subir tan alto como suben esos precios.
Y en los restaurantes, ¿qué aspecto se sobrevalora?
En general, la apariencia de los platos, la espectacularización también ha llegado a la cocina aunque afortunadamente parece que va a menos. Me carga un poco el exceso de discurso en torno a los platos, se lleva mucho dotarlos de un discurso literario que los apoye, un lenguaje que no es el de los alimentos, ¿que no está bueno el plato o qué? Creo que revestir a la gastronomía de un aura intelectual es una estupidez.
¿Y cuál se infravalora?
En muchos casos la acústica, no en todos los sitios se cuidan los oídos de los comensales.
¿Tu cocinero/a favorito/a?
Por quedarme en la terreta, Ricard Camarena.
¿Qué crees que debería ponerse de moda en la cocina?
Las modas son la mejor manera de acabar con algo pero tal vez eche en falta algo más de creatividad en las bebidas, que uno pueda tomarse zumos de frutas o cócteles con mayor facilidad, en cualquier sitio, y no ir a morir a los refrescos, la cerveza o el café.
Si nos invitas a tu casa a cenar, ¿qué nos cocinarías?
Cada día valoro más a la gente que me cocina porque cada día soy más vaga para cocinar, pero el otro día hice un curry y no salió malo. Cuando queráis, estáis invitados.