Si uno piensa en periodismo valenciano adaptado a los nuevos tiempos, debe pensar en Valencia Plaza. Y si piensa en este periódico digital nacido en 2010, piensa también en la revista mensual Plaza, en Plaza Deportiva, el rincón que dedican al deporte local, y Cultur Plaza, el reflejo cultureta de un medio contemporáneo. Al frente del mismo, como cabeza pensante, valedor esencial del proyecto y redactor jefe, un joven periodista de hambre voraz y cada vez mayor capacidad de omnipresencia.
Eugenio Viñas (Alaquàs, 1985) podríamos decir que nació deseando contar historias. Desde pequeño tuvo la inquietud de comunicar, de expresarse. Y, siendo apenas un adolescente, ya contaba con su particular radiofórmula en la emisora de la localidad que lo vio llegar a este mundo. Sin embargo, una especialización en el posicionamiento de noticias en buscadores y su difusión en redes sociales mientras terminaba la universidad, lo llevaron a meter la cabeza en medios escritos.
En 2012 entró en el grupo Valencia Plaza como responsable SEO y Social Media Manager, para ir virando poco a poco hacia su oficio. Comenzó a ocuparse de noticias, más tarde de reportajes, entrevista y artículos de opinión, y terminó centrándose en la labor periodística. En la actualidad, y desde Cultur Plaza, con un ojo siempre puesto en la amplia escena cultural valenciana, su gestión y las políticas públicas que le afectan.
Viñas, permanentemente ávido de actividad, es también cofundador del grupo de presión ciudadano València Vibrant. Fue el responsable del primer medio de comunicación efímero del que se tiene constancia a nivel mundial, Novatos 20D. Es frecuente su presencia como ponente o moderador de debates. Prepara una serie documental para la plataforma de podcast de PRISA, Podium Podcast, «sobre un acontecimiento contracultural sucedido en Valencia, poco más os puedo contar de momento». Y colabora con el suplemento Tentaciones de El País, VICE Media, así como con Guía Hedonista.
Es en este proyecto donde deja libre su faceta gastrónoma, ejerciendo de contrapunto del director y artífice del espacio, Jesús Terrés. Refleja su visión de la cocina como una expresión artística y creativa más; «Efímera, por si fuera poco; para mí lo potencia todo». Y se centra en abordar esos negocios restauradores alejados habitualmente del foco mediático y los reconocimientos, donde aflora la cotidiano, diferente y expresivo.
¿Cuáles son los tres primeros alimentos que te entran ganas de adquirir cuando sales de compras?
Soy un cocinero de subsistencia, así que la triada esencial se reduce a: frutas y hortalizas, lácteos en todas sus variables y carnes terrestres. No es menos cierto que me he vuelto un turista de casi todos los mercados de Valencia y cada vez más tengo una creciente e insana afición a perder la mañana del sábado en alguno de ellos (Algirós, Cabanyal, Central, Ruzafa y Rojas Clemente). El radar olfativo y las posibles conversaciones entre puestos determinan mis rutas y, por tanto, mis compras. En esas otras ocasiones, las de las compras un tanto más caprichosas, estoy casi siempre dando vueltas entre los puestos de pescado, salazones y paradas de nueva generación (café, pan, productos de importación...).
¿Cuál es ese restaurante que repetirías sin parar?
Los restaurantes que tienen la capacidad de enamorarme son aquellos que, de una manera natural, me permiten admirar su trabajo y a la vez no acaparar con su protocolo toda mi atención. Aquellos capaces de hacerme sentir muy cómodo en pareja, igual entre amigos y no menos si voy solo. Rara vez tienen mantel y admito que casi siempre poseen algún aspecto hostil (su barra, el baño, las sillas...). Con todos esos ingredientes, a lo que no podría renunciar es al sabor y al servicio. Si eso está incluido, ¡todo está incluido!
Desde hace unos meses, al restaurante al que iría todos los días es La Taverna d'Enric (Carrer de la Corona, 7). Pura cuina de comarques y la prueba evidente del nulo respeto patrimonial de la ciudad a su recetario más inmediato. Enric traslada su alegría y espontaneidad hasta una cocina que revisita muchos de los productos a los que estoy conectado genéticamente. Honestidad, algarabía, diversión, sabor, familiaridad, sin prisas... qué más podría pedir.
¿Y cuál el que no has ido pero te mueres de ganas por ir?
En este momento... Las Grecas, en Algirós. Mi tablero de juego es el underground. Es cierto que por mi trabajo a menudo he de sentarme a comer -con mucho gusto- en restaurantes con ínfulas. Sin embargo, donde soy feliz, ya lo he dicho, es descubriendo ese acto tan maravilloso que es disfrutar de la comida desde su condición más urbana, menos estabulada comercialmente, más cruda socialmente hablando.
¿En qué placer culpable te gusta incurrir (de vez en cuando) a la hora de comer?
En tomar refrescos durante la comida. Y con refrescos me refiero a cervezas rubias de barril al pairo de lo que toque en cada local. No es precisamente el mejor compañero de viaje para la cocina, pero –siempre pensando que hablamos de Valencia, donde vivo y trabajo- el clima es el que es y el refresco y la birra me pintan una sonrisa en la cara con la que todo va a fluir de mejor manera.
¿Cuál es el mejor mercado para ir de compras gastronómicas?
¿Uno? Si tuviera que elegir uno, sería el Central. Lo haría por variedad, por cuestiones personales y por experiencia cromática, olfativa y arquitectónica. También por la calidad (bien encontrada). Creo que Ruzafa, que siempre ha sido importante, ha dado un salto enorme en los últimos años, aupado por el pulso gastronómico del barrio: si hay más operadores y, entre muchos, los hay cada vez más exigentes... pues todo influye. Seguramente, también haya influido su gestión actual, pero se ha elevado hasta un nivel muy destacado y con una mejor relación calidad-precio que parece obvia por localización frente al Central. Otro de los más pujantes y agradables es Algirós. El más divertido -años luz- es Cabanyal (puedes pasarte la mañana hablando con sus tenderos, entre tentempiés y pequeñas compras). El de mayor potencial podría ser Rojas Clemente, con esa resituación como referente para productos de km 0 de alta calidad. Sería una estrategia muy acertada.
¿Qué capricho foodie te has dado recientemente o te gustaría darte?
Cenar en la taquería que monta La Cocina de Frida en el bar y tienda de discos Monterrey los jueves por la noche (Carrer de Baix, 46). Picar, cenar y recenar, estar entrando y saliendo de la cocina, metiendo las narices y preguntando por todo. Riéndome mucho con el picante, sí. Pasó hace poco y, bajo lo que yo entiendo como concepto foodie (que no es lo que es), disfruté de esa sensación de estar olisqueando el proceso, de ser testigo desde la barra, sentado, saludando al que entra, discutiendo con todo el mundo y saltando de un taco a una conversación, de una cazuelita a esa rumba que pincha Víctor con sus vinilos... en fin, esa escena de vodevil tan difícil de describir y que tan pocos restaurantes me permiten disfrutar. Sabor y diversión, otra vez.
¿Recuerdas alguna locura que hayas hecho por amor... a la cocina?
Pues alguna invitada fuerte, claro. Muchas. Cuando era músico, aprovechar mi condición como chófer voluntario para desviar la ruta 30 o 50 kilómetros con tal de probar algo. O pasarme tres días en Cuenca sin parar de comer ajoarriero para encontrar el mejor...
¿Qué ingrediente o materia prima consideras sobrevalorado?
El aguacate, claro.
Y en los restaurantes, ¿qué aspecto se sobrevalora?
Los complementos de IKEA, la impostura de rincones cuquis para poder ser instagrameados y las tipografías handwriting en rótulos luminosos, cartas y hasta en las servilletas y mesas. En fin, todo lo que tiene que ver con la invitación deliberada a que el comensal comparta su experiencia más por la disposición estética (incluso del emplatado) que por la sonrisa y conversación del cocinero al terminar el pase.
¿Y cuál se infravalora?
La simpatía, la cercanía, la didáctica, la conversación con el cliente, el pan, el café y la fruta de temporada. Estos últimos tres elementos vienen quedando a la mano de Dios como norma general (salvo honrosas excepciones), todavía no sé entiende muy bien por qué.
¿Tu cocinero/a favorito/a?
Ahora mismo me casaría con Junior Franco (Origen Clandestino) o Rakel Cernicharo (Karak). Lo tienen todo para comerse el mundo desde Valencia. Como cocineros, técnica y creativamente, me parecen enormes. Y, pese a ello, me divierten. Mucho. Es lo que más me importa.
¿Qué crees que debería ponerse de moda en la cocina?
La conexión del cocinero con la sala. Esa didáctica. No llegar sabidos ni dar por supuesto nada, ni desde la cocina, ni desde la silla. Nada que ver con esa competición de formas que tanto tiene que ver con ese lado rancio de la cultura del vino, del saber más que nadie y poco menos que marcarse un show de apreciaciones de lo más subjetivas. Creo que esa relación con los procesos, desde la divulgación y la naturalidad, aplican valor añadido a la experiencia y ayudan y mucho a disfrutar de cada plato. Stop a los intermediarios entre el cliente y el cocinero. Menos pose, señores, que estamos en 2017.
Si nos invitas a tu casa a cenar, ¿qué nos cocinarías?
Crema de champiñones y pollo al pomelo. O ensalada de wakame, piña y ventresca con solomillo de cerdo, fresones y salsa agridulce. Eso y fruta. O arroz con leche, de postre. ¡Os acabo de ofrecer más de la mitad de mi recetario! :)