Parece el sueño de cualquiera, dejando a un lado los mudanzafóbicos. Vivir cada tres meses, o alguno más, en una ciudad distinta. No de España, ni tampoco de Europa… del mundo. Hoy en Valencia y dentro de 91 días, tal vez, en Buenos Aires. Dentro de seis meses en Saigón y, dentro de nueve, en Curasao. Sin embargo, lejos de ser una ensoñación, es el día a día de Mike Powell y Jürgen Horn.
Esta pareja se conoció en Boston. Después, se marcharon a vivir juntos a Berlín. En la capital alemana se casaron para, poco después, marcharse algo más de un año a la costa oeste de Irlanda. De allí, a España. Y sentados en un bar de Valencia se dieron cuenta que podían convertir en un modo de vida esa incomodidad geográfica que sienten. Si cada cierto tiempo necesitaban cambiar radicalmente, lo harían.
Cancelaron el contrato de alquiler, vendieron prácticamente todas sus posesiones y se lanzaron a cumplir sus deseos. Sin cargas de ningún tipo ni trabajos que los liguen a quedarse en una ciudad o país concreto, uno es fotógrafo y el otro informático, podían hacerlo. Cada tres meses «un nuevo hogar, una nueva cultura y una nueva aventura», afirman.
Después llegó el blog, For 91 Days. Un espacio en el que desgranar cada uno de los destinos a través de 91 artículos. Una forma de comunicar todo aquello que viven, al mismo tiempo que un empuje para conocer todavía más cada una de sus nuevas casas. Ellos tienen todo el mundo por descubrir.
¿Cuáles son los tres primeros alimentos que os entran ganas de adquirir cuando salís de compras?
En cuanto a nuestras compras diarias, los tres productos que casi siempre encontraríais en nuestra cesta serían fruta fresca (cualquier que esté de temporada), pan y vino.
¿Cuál es ese restaurante que repetiríais sin parar?
¿Sin parar? Entonces debería ser un sitio muy especial. Quizás me decantaría por el Central Bar de Ricard Camarena en el Mercado Central de Valencia. Tienen una gran selección de tapas, platos de temporada, bocadillos y vinos muy buenos. Y el ajetreo del mercado le da un toque muy entretenido. (Además, vamos a este mercado prácticamente todos los días).
¿Y cuál el que no habéis visitado pero os morís de ganas por ir?
Por alguna razón, la comida japonesa parece que está de moda en Valencia con nuevos restaurantes de ramen y sushi abriendo casi a diario. Ahora mismo, el que estamos deseando probar es el Nozomi Sushi Bar de Ruzafa. El interiorismo es impresionante y nuestros amigos no han parado de darnos la lata con lo bueno que está la comida. Pero a pesar de hablar mucho del sitio, todavía no hemos podido ir… aunque lo vamos a solucionar en breve.
¿En qué placer culpable os gusta incurrir (de vez en cuando) a la hora de comer?
Nos estamos portando muy bien, eliminando la comida basura de nuestras vidas casi por completo. Ya nunca comemos de comida rápida e intentamos evitar las grandes cadenas como si fueran la peste. Pero cuando volvemos a EE. UU. de alguna manera u otra siempre acabamos en el Olive Garden. Y aquí en España, hay que reconocer que nos pasamos con las patatas bravas.
¿Cuál es el mejor mercado para ir de compras gastronómicas?
El Mercado Central es, de lejos, el mercado más famoso aquí en Valencia. Pero aunque ofrezca una experiencia increíble, hay lugares mejores y más baratos para comprar comida. Preferimos el Mercado de Ruzafa y también el de Rojas Clemente, mucho más sencillo y práctico.
¿Qué capricho foodie os habéis dado recientemente u os gustaría daros?
Nos estamos preparando para un viaje a Vietnam así que estamos constantemente hablando del pho. Siempre ha sido uno de nuestros platos favoritos y tenemos muchas ganas de probarlo en Ho Chi Minh. La verdad es que le tenemos muchas ganas a la gastronomía vietnamita en general.
¿Recordáis alguna locura que hayáis hecho por amor... a la cocina?
Una vez hicimos un curso intensivo de soba y sushi con un chef japonés en Tokio. Comenzaba a las 7 de la mañana en el famoso Mercado de Pescado de Tsukiji y no terminó hasta pasadas las 10 de la noche. Nuestro Soba Sensei era genial, aunque estaba un poco loco… un tío muy divertido con demasiada energía, que nos tuvo trabajando y aprendiendo todo el santo día. Fue una gran experiencia… en nuestras vidas jamás hemos comido tanto pescado crudo.
¿Qué ingrediente o materia prima consideráis sobrevalorado?
Si vemos un plato que lleve trufa le ponemos la cruz. Las trufas son geniales, pero no cuando su único propósito es engañar al personal para que crean que están viviendo una experiencia culinaria de lujo. «Apenas lo noto, pero dicen que está salsa lleva trufa. Mira qué sofisticado soy».
Y en los restaurantes, ¿qué aspecto se sobrevalora?
Ya estamos cansados del fenómeno de las cervezas artesanas que parece haber conquistado el mundo. Siempre hemos preferido una cerveza rubia tipo pilsen antes que cualquier cerveza artesanal extralupulada, extracara y con algún nombre cursi. Observar cómo la gente se pasa diez minutos debatiendo sobre la carta de cerveza nos pone de los nervios. A veces, simplemente queremos una cerveza… no tiene por qué ser una experiencia especial.
¿Y cuál se infravalora?
Esa es fácil, un servicio más profesional. Es una de las cosas que nos encantan de los restaurantes españoles. Los camareros suelen ser simpáticos, hacen su trabajo y luego te dejan en paz. En EE. UU. es todo lo contrario… «¡Hola! ¡Me llamo Billy! ¡Hoy voy a ser su camarero!». Y luego Billy vuelve cada cinco minutos para comprobar que todo va bien. Te entran ganas de gritarle que todo está estupendo para que se largue. Para nosotros el servicio perfecto tiene que pasar totalmente desapercibido. Pero un servicio molesto puede estropearte una muy buena comida.
¿Vuestro cocinero/a favorito/a?
Durante nuestra estancia en Busan nos hicimos muy aficionados a la cocina coreana. Desde entonces estamos un poco obsesionados con una chef llamada Maangchi que tiene un canal bastante famoso en YouTube, además de su propio libro. Sus platos son siempre exquisitos y sus vídeos son muy simpáticos y divertidos.
¿Qué creéis que debería ponerse de moda en la cocina?
Quizás ya esté de moda, pero nos encanta hacer nuestro propio pan de masa fermentada. Tenemos masa madre desde hace algunos años y lo hemos compartido con algunos amigos. Se ha vuelta algo comunitario y nos encanta la idea de que los ‘descendientes’ de nuestra masa madre están alimentando a nuestros amigos. El pan que hacemos en casa es muchísimo mejor que cualquier basura blanqueada y llena de conservantes químicos que puedas comprar en un supermercado. Y como tienes que cuidar de tu masa madre, e incluso darle de comer, llegas a crear un vínculo con ella. La verdad es que si llegase a morir, nos entristeceríamos muchísimo.
Si nos invitáis a vuestra casa a cenar, ¿qué nos cocinaríais?
Pues por el momento estamos preparando muchos platos indios. Así que haríamos algo de ese estilo o quizás pasta casera. Hace unos años compramos una máquina de hacer pasta y todavía le damos mucho uso.