Junta letras sobre restaurantes desde hace dos décadas. Las justas y necesarias para ser certero. Porque Pau Arenós (Vila-Real, Castellón, 1966) va al grano, sin rodeos. Posee un estilo de escritura tremendamente atrayente, repleto de pinceladas seductoras que en conjunto sobresalen y al detalle pasan inadvertidas. Una labor, como periodista y escritor, que le valió el Premio Nacional de Gastronomíaen 2005 y una mención especial dels Premios Ciutat de Barcelona, entre otros.
En su haber encontramos uno de los libros gastronómicos que más expectación ha despertados en los últimos años, La cocina de los valientes, y alabanzas de nombres ilustres de las artes gastronómicas. Como la del genio Juan Mari Arzak, que habló de él como el mejor cronista gastronómico que existe. Palabras mayores.
En la actualidad es redactor jefe de On Barcelona, la revista de El Periódico, y prepara la publicación de su octavo libro de índole coquinaria, ¡Plato!, con la editorial Debate, que viaja por el mundo en busca de la comida perfecta. «Aunque con relativa suerte», apostilla la descripción. Además de un sinfín de artículos, columnas y reportajes esencialmente gastronómicos, ha escrito también otras obras de ficción: los relatos contenidos en El topo a la luz del día o la novela Una puta muy alta.
¿Cuáles son los tres primeros alimentos que te entran ganas de adquirir cuando sales de compras?
Buen pan (algo cada vez más difícil), jamón ibérico de bellota, aceite de oliva virgen extra. El cuarto: una botella de vino tinto.
¿Cuál es ese restaurante que repetirías sin parar?
elBulli. Repetí anualmente durante 13 años y, aunque algún día vuelvan a dar de comer, ya no será un restaurante. ¿Qué será?
¿Y cuál el que no has ido pero te mueres de ganas por ir?
Hasta hace poco, Fäviken, Járpen, Suecia. Recientemente probé algunos de sus platos fuera de contexto y paisaje y me interesaron poco. La cocina no soporta bien el efecto teletransporte. Siempre pendiente, Jiro, en Tokio. Dos veces a punto de sentarme en la barra... y torciéndose al final la posibilidad. Temo la decepción.
¿En qué placer culpable te gusta incurrir (de vez en cuando) a la hora de comer?
De adulto, ninguno. De niño, madalenas con jamón (y del malo).
¿Cuál es el mejor mercado para ir de compras gastronómicas?
La Boqueria, una vez superada la barrera de turistas y cajitas de fruta cortada.
¿Qué capricho foodie te has dado recientemente o te gustaría darte?
La palabra foodie me da náuseas. Superado eso, no me interesan las máquinas pero sí los cuchillos bien afilados.
¿Recuerdas alguna locura que hayas hecho por amor... a la cocina?
Embarcar a la familia en (caros) viajes gastronómicos. Cuando deje de responder a esto volaremos a Estocolmo.
¿Qué ingrediente o materia prima consideras sobrevalorado?
El caviar. He comido el suficiente (por trabajo) para que no me interese.
Y en los restaurantes, ¿qué aspecto se sobrevalora?
En algunos esnobs, el ceremonial.
¿Y cuál se infravalora?
El buen trato: todo comensal debe ser tratado como si fuera un cliente asiduo.
¿Tu cocinero/a favorito/a?
Ferran Adrià, que dice que ya no es cocinero.
¿Qué crees que debería ponerse de moda en la cocina?
La verdad.
Si nos invitas a tu casa a cenar, ¿qué nos cocinarías?
Copio un menú reciente para la familia: carpacho de bacalao con quinoa inflada, bocata al revés (salmón con espinacas y rúcula), gambas con ajos, lata de mejillones thai, dim sum relleno de canelón, bonito curado y salsa ponzu y pelota trufada con puré de patatas y caldo.