Profundamente arraigados a la cultura gastronómica gallega, los grelos no faltan en ninguna de las plazas de mercado locales de las diferentes ciudades que conforman la comunidad autónoma. Es un producto que se adapta bien al clima frío y húmedo característico de Galicia, convirtiéndose así en un elemento muy apreciado y bien diferenciado de la cocina tradicional gallega.
No es de extrañar que en 2009 fuesen catalogados dentro de los alimentos con indicación geográfica protegida (IGP), el sello de calidad responsable de la producción, comercialización y distribución del producto. El área de producción abarca numerosas parcelas repartidas a lo largo de todas las comarcas de la comunidad autónoma, donde existen dos variedades diferenciadas y registradas: los grelos de Santiago, ligeramente dulces y suaves, y el Globo Blanco de Lugo de sabor más amargo.
Tan afamada es la hortaliza, que se ha convertido en una referencia en la cultura popular a través de dichos, canciones, refranes, frases hechas o adivinanzas, e incluso en provincias como A Coruña y Lugo se celebra la Festa do Grelo, la Feira do Grelo de Val do Xestoso o la Festa do Grelo de Abadín.
Qué son los grelos
Procedente de plantas de la especie Brassica rapa, los grelos son los brotes tiernos de las hojas del nabo que surgen justo antes de la floración de la planta. Su aspecto es el de un tallo más o menos grueso del que brotan algunas hojas con flores en los extremos, presenta un característico color verde, más bien oscuro, que se va acentuando conforme llega el momento de la floración de la planta.
El cultivo de la hortaliza se realiza de la manera tradicional, que permita el correcto manejo de los suelos, el riego necesario para el desarrollo de la planta así como el control de maleza, plagas y enfermedades. Todo ello con la mínima intervención química para conseguir reducir el impacto medioambiental y garantizar una óptima calidad en el producto.
La siembra se lleva a cabo a mediados de agosto, ya que los veranos en el área no son extremadamente calurosos. Se realiza dispersando las semillas directamente sobre la tierra (método de siembra a voleo), siendo Galicia la zona con mayores extensiones de cultivo. Entre los meses de otoño e invierno comienzan a aparecer las primeras hojas denominadas nabizas, y en enero emergen los primeros grelos, que generalmente se recolectan antes de que se produzca la floración de los nabos, ya que es cuando están en su punto óptimo de consumo. La cosecha se realiza de forma manual y cuidadosa para prevenir posibles daños en las hojas. Esto ocurre en las primeras horas de la mañana cuando las temperaturas son más frescas.
Propiedades y beneficios de los grelos
Su elevado contenido en agua, fibra, minerales y vitaminas, así como su bajo contenido en grasa, hacen de los grelos un alimento realmente beneficioso para nuestra salud. Sin embargo su principal característica es su riqueza en vitamina A, B, C y E, incluso después de ser cocinados, así como de minerales tales como el manganeso, el calcio, el hierro y el potasio.
Con 100 g de grelos las necesidades diarias recomendadas de vitamina A quedan cubiertas, y el 14% de la cantidad de calcio necesaria. Esta verdura está recomendada especialmente en personas que sufren anemia ya que es rica en hierro, que junto con la cantidad de vitamina C que posee facilita su absorción de forma natural en el cuerpo y favorece la formación de hemoglobina.
Resulta igualmente recomendable para prevenir el estreñimiento o la obesidad, ya que debido a su aporte de fibra ayuda a regular el tránsito intestinal y promueve una buena salud digestiva. Por sus niveles de potasio, los grelos son excelentes para controlar la presión arterial y regular el funcionamiento del corazón, evitando así posibles problemas cardiovasculares. Gracias a su contenido en ácido fólico impulsan el desarrollo y funcionamiento del sistema nervioso.
Además, al igual que otras verduras de hoja verde que refuerzan el sistema inmunitario, los grelos tienen propiedades antioxidantes y desintoxicantes que colaboran en la eliminación de toxinas del cuerpo así como en la prevención del envejecimiento celular prematuro.
Usos en la cocina de los grelos
Desde tiempos inmemoriales los grelos han formado parte fundamental de la cultura gastronómica gallega, siendo protagonista de numerosos guisos tradicionales. Algunos de los platos más representativos que lo incluyen son el caldo, el pote gallego, el cocido y el lacón con grelos, aunque también resulta muy común en muchos hogares consumirlo cocido como acompañamiento de otros alimentos. Resultan muy sabrosos únicamente escaldados y con un poco de sal, como acompañamiento para sopas o en ensaladas. Pueden incorporarse del mismo modo en otro tipo de platos menos tradicionales como una pizza, un plato de pasta o unas croquetas.
De color verde intenso, textura fibrosa y un sabor muy particular, ligeramente acidulado combinado con un punto de amargor, los grelos se han convertido en un elemento diferenciador de la gastronomía gallega con respecto a la cocina tradicional de otras comunidades. Ya sean frescos, congelados o en conserva podemos encontrarlos fácilmente en supermercados, plazas de abastos o pequeñas tiendas de productos alimenticios.
A la hora de elegir los grelos en su punto óptimo deberemos prestar atención al verdor de las hojas y a que presenten un aspecto brillante, sin manchas amarillas ni flores. Si vemos alguna de estas características quiere decir que estarán demasiado duros para su consumo.
Independientemente de la receta en la que vayan a incluirse, lo más importante es lavar muy bien los grelos con agua fría para eliminar cualquier resto de tierra tanto en el tallo como en las hojas. Es aconsejable separar la hoja del tallo, para que consigamos la textura idónea, y además cortar las hojas en trozos más o menos grandes, según la receta. Las hojas deben cocinarse durante alrededor de 20 minutos, y los tallos durante 10 minutos más, aunque son tiempos que pueden variar en función del gusto del comensal, de lo tiernos que estén y la época. Igualmente podemos disponer de grelos en conserva o congelados, con la ventaja de que tienen mucha más durabilidad además de mantener su sabor, calidad y propiedades.