Esta quinta entrega analiza el periodismo gastronómico en la posguerra tardía, el momento en el que ganan relevancia figuras clave como Álvaro Cunqueiro, el Conde de Los Andes o Néstor Luján y que sienta las bases para la aparición de la crítica gastronómica contemporánea.
La era de las grandes cabeceras (1950-1968)
Superada ya la fase más dura de la posguerra, los años 50 suponen el arranque de la expansión definitiva del periodismo gastronómico. Son los años finales de trayectorias consolidadas como la de Julio Camba, los años de madurez de Álvaro Cunqueiro, la época en la que aparecerán nuevos nombres que vayan enriqueciendo el panorama y, sobre todo, el momento en el que las tendencias que se intuían ya en la fase anterior tomen forma definitiva para influir en el desarrollo de la gastronomía que se escriba en España en los siguientes 25 años.
Si en el periodo 1930-1950 hablábamos de una cierta deriva ideológica que iba centrando la escritura gastronómica en el ámbito conservador (aunque con ejemplos relevantes de escritura desde la izquierda) esto se verá confirmado en esta etapa que se abre a mediados de siglo, cuando lo más influyente del periodismo gastronómico se concentre en dos diarios claramente conservadores, aunque con diferencias (geográficas, de matiz ideológico, etc.) tan marcadas que se convertirán en los dos polos de tensión que definan la época: La Vanguardia y ABC.
Aún no existe una sección de crítica gastronómica como tal en ninguno de los dos diarios, si bien será ahora cuando se sienten las bases para su aparición. ABC y La Vanguardia serán los responsables de la aparición de una audiencia para esta temática y, en muchos aspectos, se adelantarán al fenómeno de la crítica gastronómica y enológica que aparecerá en las décadas siguientes.
Es el caso de José Antonio de Sangróniz y Castro, Marqués de Desio, historiador y diplomático, muy próximo a ABC en esta época. Sangróniz había sido, ya en los años 20, uno de los impulsores de la Guía del Buen Comer Español, del Doctor Thebussem, desde su cargo en el patronato nacional de turismo y será, más adelante, en los años posteriores a las décadas que nos ocupan en esta ocasión, el principal impulsor del nacimiento de la Academia Española de Gastronomía. En los años 50 y 60 su presencia era constante en coloquios, comidas y jornadas gastronómicas y puede ser considerado uno de los grandes dinamizadores del debate gastronómico en la escena madrileña en estos años.
Un perfil semejante es el de Francisco Moreno y Herrera, Conde de los Andes, sobre el que volveremos en la próxima entrega con más detalle. Moreno, que había sido gobernador civil de Santander, acabaría siendo el primer crítico gastronómico, en el sentido más estricto de la palabra, en la historia de España.
Junto a ellos, nombres como el de Cayetano Luca de Tena, el ya mencionado Julio Camba, Enrique Sordo o José María Castroviejo, que intercalarán más o menos ocasionalmente la temática gastronómica en sus colaboraciones, creando el sustrato necesario para los cambios de los años siguientes.
Algo semejante ocurrirá en la esfera barcelonesa del diario La Vanguardia. A lo largo de estas dos décadas se irá conformando un grupo que se convertirá en el núcleo más influyente de la escritura gastronómica en la España de aquel momento. Se trata de nombres como los de Néstor Luján, Joan Perucho, María Dolores Serrano, Ramón Carnicer, el veterano Joan Cabané, quien venía de colaborar también en el Diario de Barcelona, o Luis Bettónica, a los que se unen colaboradores como el ya citado José María Castroviejo, uno de los pocos que alternó presencia en las dos cabeceras.
Curiosamente, dentro de este núcleo catalán, tendrá un peso decisivo como dinamizadora la figura de Álvaro Cunqueiro. El escritor gallego, que no había vuelto a Barcelona desde antes de la Guerra Civil, regresó en 1950, estableciendo un intenso contacto con este grupo de autores que se movían alrededor de La Vanguardia.
Su papel destacado en el origen y las primeras ediciones de la Festa do Albariño, que se celebra en Cambados (Pontevedra) desde los primeros años 50, permitió que muchos de aquellos autores pasaran por la localidad en aquellos años e incentivó de alguna manera un auge de una nueva escritura de viajes en la que la gastronomía, y el vino como parte de ella, gana un nuevo protagonismo.
No puede olvidarse que la década de los 50 es, en Europa, una década de profundos cambios culturales. Es el momento de la aparición de la democracia cultural, una corriente nacida en Francia que huye del centralismo cultural y por primera vez empieza a dar importancia a fenómenos periféricos y, sobre todo, a otras manifestaciones — entre ellas la gastronomía— que toman ahora carta de naturaleza cultural.
Son los años en los que Francia vuelve a prestar atención a sus cocinas regionales, en los que, desde el Reino Unido, Elizabeth David se interesa en las cocinas francesa e italiana y pone las bases para la aparición del tópico de la cocina mediterránea como objeto de deseo, y en cierta medida también de mitificación, en los países de lengua inglesa.
Cunqueiro, a pesar de que estéticamente optó por vincularse a corrientes tradicionalistas y neo-medievalistas, era un excelente conocedor de las corrientes estéticas de vanguardia en la época, lo que utilizó, en cierta medida, para crear todo un imaginario de Galicia y su gastronomía y, con ello, para reavivar el interés sobre la historia de la gastronomía desde una perspectiva diferente e innovadora en España.
A través de él, o con él y Luján como catalizadores, los miembros de esta escuela barcelonesa no sólo abrieron sus elecciones temáticas más allá del ámbito catalán sino que dieron forma a una nueva narrativa de la gastronomía mediante nuevos enfoques y a través de encuentros y tertulias que los enriquecieron mutuamente, dando lugar a nuevos tonos y nuevos enfoques.
Al mismo tiempo, la aparición de la feria Hogarhotel, que se celebrará desde 1961 en Barcelona, será de enorme importancia, ya que generará toda una serie de noticias que harán que lo hostelero y lo gastronómico ganen en importancia en la prensa catalana, en especial a partir de 1964, cuando en el seno de esta feria (que acabará convirtiéndose en Hostelco), se celebra la Convención Internacional de la Cocina Española.
Pero más allá de la importancia clave de ABC y La Vanguardia, los años 50 y, sobre todo, los años 60 verán aparecer nombres aislados que se vayan sumando a estas corrientes. Nombres aislados y en muchos casos sin relación entre sí que, sin embargo, vistos en conjunto y como complemento de esos dos grandes grupos, estaban anticipando el nacimiento de la crítica y la expansión que tendrá lugar ya en los años 70.
Es el caso de Víctor de La Serna, padre del actual crítico de vinos del diario El Mundo, que se haría enormemente popular en los años 70 en las páginas de ABC, en las que firmaba con el seudónimo de Punto y Coma y que, tras pasar años en Estados Unidos, regresa en los primeros 60 a España para empezar a escribir en el diario Informaciones.
Es también el momento en el que Joaquín Merino escribe en La Voz de Galicia. Y son también los años en los que Raimundo García Domínguez "Borobó" publicará en los diarios La Noche y El Correo Gallego. Borobó no fue un escritor gastronómico en el sentido estricto, aunque sí fue otro de los que con frecuencia intercalaba lo gastronómico en sus textos, que durante un tiempo publicó bajo el explícito título de Lacón con Grelos.
Entre sus anacos, que es como denominaba a sus artículos diarios, hay algunos relacionados con recetas tradicionales, pero sobre todo se encuentran crónicas de comidas, de sagas hosteleras y de restaurantes hoy desaparecidos, en los que quizás se puede entrever también la larga sombra de Cunqueiro en algunos aspectos, y que resultan interesantes para la historia gastronómica gallega.
Todo esto acabó por configurar un nuevo ambiente en la escritura gastronómica española: por un lado, se crearon dos grandes núcleos, uno de ellos, el madrileño, alrededor de ABC y marcadamente conservador; el otro, catalán, y vinculado a La Vanguardia, con un carácter conservador más moderado.
Junto a ellos, aportaciones puntuales en otros ámbitos, entre los que, curiosamente, el gallego, pequeño y tradicionalmente al margen, cobra especial relevancia, que van redefiniendo el panorama, actualizándolo en línea con las corrientes de moda en Europa en aquel momento y, sobre todo, creando una audiencia fiel e interesada, imprescindible para la aparición de la primera sección de crítica gastronómica, que tendrá lugar en el año 1969.
Como resumen de esta época hay que destacar los siguientes momentos:
- Años 50: época de madurez de algunos de los nombres que habían cobrado importancia en los años anteriores, Julio Camba y Álvaro Cunqueiro.
- Años 60: aparición de los dos grandes grupos de opinión gastronómica, el catalán, articulado alrededor del diario La Vanguardia, y el madrileño, nacido alrededor del diario ABC y de su suplemento Blanco y Negro.
- 1964: Celebración de la Convención Internacional de la Cocina Española dentro de la feria Hogarhotel, en Barcelona.