Pensaba yo con que iba a deleitarles esta semana y la cosa no tenía mucho misterio si uno quería ceñirse a la actualidad. La verdad es que estamos rodeados de soplagaitas y había donde escoger.
Por un lado estaba Masterchef, que después de haber hecho mofa de la lengua gallega semanas atrás -ya han perdido perdón-, la semana pasada la volvió a liar cuando apareció una de sus ex concursantes promocionando no sé qué mierdas macrobióticas con propiedades unicorniales. La estrella era un «caldo de huesos, que ahora está muy de moda», decía sin despeinarse la ínclita. Lo de este programa es de juzgado de guardia y lo de los tres que lo presentan, por prestarse a tal despropósito, aún más.
Por otro lado, tuvimos el numerito de los adalides de la libertad que pusieron el grito en el cielo cuando el Gobierno -el mismo que tolera Masterchef en la televisión pública, ojocuidao- dio luz verde a prohibir la publicidad de galletas, bollería y dulces en general en horario infantil. Ha sido vergonzante ver a los idiotas de siempre hablar de comunismo y otras gilipolleces ante una medida de salud pública tan obvia como esta.
Y lo han sido más aún las imágenes de algunos responsables políticos rodeados de chucherías y pegándoles un muerdo. Entre ellos, un responsable de comunicación del PP o Santi Vila, ex conseller de la Generalitat, que siempre ha sido un hombre de muy pocas luces. Lo de Isabel Díaz Ayuso y su «Drogas sí, dulces no» fue directamente de frenopático.
Lo peor no es que no entiendan la medida, ni que de verdad crean que está mal. Para nada. Es pura pose y politiqueo, porque entenderlo lo entiende hasta un crío de P5. Se trata solo de hacer oposición con cualquier cosa, incluso con lo que saben que está bien, lo cual hace todo el asunto mucho más miserable. El problema, como se pueden imaginar, es que lo hacen a costa de la salud de nuestros peques. Hay que tenerlos muy gordos, sinceramente.
Y el argumento pueril de que es una cuestión de educación, que eso es responsabilidad de los padres y que aquí el Gobierno no pinta nada, pues, es propio de alguien que simplemente no es capaz de retener los esfínteres y al que le caen las babas. A todos nos educan en que no podemos robar, asesinar o violar y cada día hay hurtos, asesinatos y violaciones, a pesar del esfuerzo de todas las madres y padres. Y por eso hay leyes que lo prohíben. Lo que les decía, un niño de P5 lo entendería, pero los que se oponen -también se lo decía- son los de siempre. Los del atado y bien atado y del qué hay de lo mío.
Por si todo esto no fuera todo, la semana pasada nos tuvimos que tragar otro sapo, que no fue otro que el cropping que se está marcando McDonald’s estos días con una serie de anuncios en los que explica que el 70% de los productos que compra son de proximidad. Se trata simplemente de una estafa, como se pueden imaginar. La idea es, como explicaba la doctora Elena Carrillo Álvarez, crear «un marco conceptual que sobredimensiona unos aspectos -somos buenos, promovemos el consumo de proximidad- obviando otros -que nuestra comida es basura-».
Ya ven. La pasada fue una semana intensita, a pesar de lo cual yo no tenía muchas ganas de hablar de nada de todo esto. Más que nada porque ya llevo varias semanas dándoles la vara con estos temas relacionados con la nutrición, la alimentación mágica y el comer saludable de verdad, e imagino que si yo estoy cansado ustedes más.
Yo esta semana les quería hablar de nuestro amigo el menú diario económico, la tabla de salvación para muchos trabajadores como servidor de ustedes que se ven obligados a comer fuera de casa cada día, pero quizás -ya lo veremos- un pésimo negocio para los restaurantes. Pero ya si eso lo dejamos para la próxima porque como les decía, estamos rodeados, y los atentados al sentido común y a la vergüenza no me dejan que vuelva a la senda de artículos eroticofestivos que me caracterizan.