Estos días estoy enfrascada en la lectura de los Diarios de Rafael Chirbes, el escritor gastronómico más relevante de comienzos del siglo XXI. Con la segunda entrega de estos escritos íntimos creo que es más obvia la imposibilidad de separar su trabajo gastronómico del literario. En ellos aparece el concepto "comer confusión" que creo que hoy está en su apogeo, pese a que lo acuña en 2006. Se trata de un tipo de cocina de "fórmulas y modas que corren de un sitio a otro como regueros de pólvora".
Según explica Chirbes:
«Se ponen de moda ciertos productos, se repiten en la carta determinadas combinaciones, y lo que fueron hallazgos se vuelve monótona repetición: lo que se considera el buen gusto viaja de una región a otra».
Si lo traigo a la actualidad lo visualizo como una cocina fusión con versiones de platos exóticos junto a productos "lujosos" cada vez de peor calidad. En palabras actuales, esta cocina confusa se llamaría fake. Como las noticias, también las cocinas pueden ser falsas.
Está de moda montar restaurantes japoneses de cocina casera y con la excusa de lo doméstico te plantan una ensalada de andar por casa de bolsa con una rica —eso sí— vinagreta de yuzu y algunos trocitos de mango a 15 euros. Como todo es muy casero, toca té verde de bolsa de marca blanca a 3 euros y un sashimi de salmón que ningún japonés come en casa por 28 euros. Un ensueño fake envuelto en falsa madera cálida de 80 euros por comensal.
La cocina sofisticada también tiene su fake a modo de copia-pega de platos que trajeron velos y espumas y que hoy encuentran su legitimidad en el caviar, la trufa y el foie gras mezclado con aires asiáticos.
Y también es posible hablar de cocina fake en los bares de barrio, donde te dan la croqueta congelada por casera con la mejor sonrisa.
La cocina fake carece de límites y se maneja con soltura desde los altos vuelos hasta a ras del suelo. En ocasiones envuelta de esnobismo y modernidad, en otras de popularidad. En definitiva, comer confusión está de moda frente a la necesidad de búsqueda de claridad que —en estos días como en aquellos— te hace parecer sospechosa.