La dieta mediterránea es un animal mitológico. Todo el mundo habla de ella, todos decimos seguirla y cualquier productor o marca asegura, con esa alegría -o caradura- que sí es muy mediterránea, que lo que ellos ofrecen se ajusta al régimen dietético ideal en el que nuestro imaginario la ha convertido. Pero la realidad es que nada de todo esto suele ser cierto y por tanto, al final, a lo que terminamos llamando dieta mediterránea, como pasa con los mitos, es a algo a lo que hemos alterado sus verdaderas cualidades y le hemos terminado por dar más valor del que tiene en realidad. Porque lo cierto es que la mayoría comemos como el culo y de forma muy poco mediterránea.
No se crean, académicamente, la dieta mediterránea es algo bien establecido y está compuesta por la abundancia de ingredientes de origen vegetal, como cereales integrales, verduras, legumbres, frutas, frutos secos, semillas, hierbas y especias. El aceite de oliva es la principal fuente de grasa añadida y se incluyen con moderación el pescado, los lácteos y la carne de ave y aún más ocasionalmente la carne roja.
Eso sí, como les decía, los datos indican claramente un descenso en el seguimiento del modelo dietético mediterráneo en todos esos mismos países. Además, también se suele incluir, dentro de la dieta mediterránea, todo el acervo cultural de la cocina y las prácticas de producción de los distintos países bañados por el mare nostrum. Y esto es especialmente importante, porque es lo que permite ir de lo local a lo global y convertir a la dieta mediterránea en un pretendido caso de éxito que no es en absoluto, y ayudar a forjar ese mito que les mencionaba al principio.
Para terminar de redondear la falacia, se suele decir que el régimen mediterráneo es además el más sostenible de los regímenes, porque se sigue teniendo en la cabeza ese animal mitológico en el que lo hemos convertido y no la realidad. La dieta más sostenible siempre será aquella que extraiga los ingredientes que la componen de su entorno más próximo y que además lo haga de la manera menos gravosa para el ecosistema y que permita la subsistencia de los productores locales, porque sin sostenibilidad económica y social no hay sostenibilidad que valga o como mínimo es una sostenibilidad de chichinabo e incompleta.
En este sentido, probablemente la recolección de algas sea mucho más sostenible en Dinamarca que el cultivo de tomates, del mismo modo que el de piña debería serlo en Costa Rica que en España. Por eso, la dieta nórdica -ni zorra idea de si eso existe- quizás sea más sostenible en los países escandinavos que la dieta mediterránea de los cojones. Por otro lado, las leyes de la termodinámica parecen indicar que pretender que un esquimal se alimente con verduritas y frutitas es condenarlo a morir de frío.
Pero seamos sinceros. Actualmente, y gracias a la globalización y al cambio de hábitos de la sociedad postindustrial, no hay ninguna dieta que sea realmente sostenible. Las veganas o vegetarianas tampoco, que a lo sumo son menos insostenibles, lo que es un triste consuelo.
Por otro lado, si una dieta tiene que ajustarse a un paisaje, ¿quiere eso decir que una dieta mediterránea con legumbres importadas de Estados Unidos -actualmente España importa el 70% de las legumbres que consume- no puede ser considerada como tal? ¿Y si se incluyen piñas de Costa Rica? A fin de cuentas la piña es una fruta y la fruta está dentro de la lista de los alimentos que sí, pero ¿todas las frutas y con independencia de dónde vengan? Imagino que no hace falta recordar que algo tan mediterráneamente emblemático como el tomate llegó hace 500 años desde América. En su defensa hay que decir que se ha adaptado mejor y ha causado menos destrozos que el aguacate en la Axarquía malagueña.
Estoy casi convencido de que en Soria o en Galicia, si se les pregunta, nos dirán que ellos también siguen la dieta mediterránea -entre otras cosas porque ha habido un gran afán en identificar dieta mediterránea con dieta española-, pero la realidad es que allí los olivos los ven básicamente en foto.
Así que lo dicho. La dieta mediterránea es un mito, lo que no quita que, aunque aquí estemos, por principio, en contra de todo -como habrán notado-, les diga que cocinen, coman, disfruten y sean felices, tratando de que este planeta nos dure lo máximo posible. No hay plan B, pero también es cierto que vida solo tenemos esta.