Puede parecer un oxímoron. ¿Moda de algo que tenemos que hacer todos los días? Y, aun así, la comida diaria convive con el exhibicionismo en redes de lo que (supuestamente) comemos. Y conviviendo con este panorama excesivo, incluso obsceno, en España hay en torno a 400.000 personas que sufren trastornos de conducta alimentaria. Y para ellas, no hay moda que valga.
Ya trató el tema de la anorexia y la bulimia Albert Molins en su columna hace unos meses, aunque no está de más ser conscientes de que no todo el mundo tiene una relación sana con la comida. Si hablamos de anorexia y de bulimia, estas patologías se ceban en adolescentes y jóvenes, grupo en el que se encuentran tres de cada cuatro afectados. Pero si nos focalizamos en un tercer trastorno algo más desconocido como el TAC (trastorno alimentario compulsivo), este es mucho más frecuente en personas en edad adulta.
A quien sufre de TAC, de forma periódica le asalta el deseo incontrolable de comer, aunque no tenga en absoluto hambre, y en contra de lo que ocurre con la bulimia, no hay ningún hecho que compense tal atracón. Respecto a esto, yo me pregunto si ciertas imágenes o fotografías no pueden contribuir a una mayor expansión del trastorno, una enfermedad de origen psiquiátrico que no solo supone un riesgo para la salud mental, también para la física.
Hace unos años las pasarelas de todo el mundo pusieron veto a las modelos con un peso no saludable, intentado contribuir así a la prevención de enfermedades como la anorexia. ¿Se debería hacer lo mismo, vetar las imágenes de platos no saludables? La pregunta la lanzo al aire; sinceramente, no sé qué opinar.
De lo que sí doy fe es de la realidad del TAC: lo veo continuamente. En bares, en restaurantes, en desayunos de hotel, en casas particulares…, asisto atónita a la contemplación de gente comiendo más allá de sus posibilidades estomacales. También asisto sorprendida ante eternos menús que, al contrario de lo que mucha gente opina, en absoluto dejan a nadie con hambre. Más bien llenan hasta límites insospechados. Se come en demasía, sin saborear ni masticar los alimentos, buscando una sensación de plenitud que ni es grata para el estomago ni para la cabeza. De arrepentidos está el mundo plagado.
Una insana relación con la comida no da la felicidad, incluso se relaciona con intentos o consumaciones de suicidio. Y aunque la comida en muchos casos puede resultar un placer, en otros se convierte en una auténtica tortura que lleva al lado oscuro.
P.D.: Hoy, cuando escribo este artículo, es 30 de noviembre, y hoy es el Día Internacional de la lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria, también conocidos como TCA. No llego tarde: hablar de estos temas es oportuno siempre.