En su momento, la frase en la entrevista me pareció una genialidad. Y no es que ahora la vea exenta de valor, pero tras darle unas cuantas vueltas, creo que no se ajusta a la realidad o es cierta con un importante matiz.
Los restaurantes están más de moda que nunca. Aunque estén en un momento de inflexión (no son pocos los que están pensando en cambios en concepto, o creando nuevas posibilidades con las que epatar al público), siguen siendo un modelo que causa furor. ¿A quién no le gusta comer? Seguramente a poca gente. No son muchas las personas que no destinan parte de su dinero en salir a comer o a cenar, o a tomar unas simples tapas. Así, el comer por ahí se constituye como el ocio preferido de miles de personas. Y cada vez más. No dejan de crecer las ganas de visitar restaurantes y compartir esas visitas. Se planean escapadas en función de qué restaurantes o bares se pueden visitar, quedando lo demás en segundo plano.
El turismo de restaurantes -que no gastronómico- es un hecho, y no hay viaje que se precie en el que no haya una visita a un local de renombre. Incluso hay quien no es feliz si no logra este año mesa en el bistró, fonda, taberna o gastronómico que esté más en boga.
Y he aquí el matiz que sugería antes. ¿Ir a restaurantes es el ocio del siglo XXI? ¡Rotundamente sí! ¿Es la gastronomía el ocio del siglo XXI? ¡Rotundamente no!
Si nos remitimos al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, la frase es correcta en tanto se ajusta a la segunda acepción de gastronomía: afición por el buen comer. En mi opinión, esta es una paupérrima definición de gastronomía, que engloba todo lo que está relacionado con la alimentación del ser humano y, por ende, con la supervivencia de la especie porque sin gastronomía, no somos absolutamente nada. Mucho más allá que el comer -que, por supuesto, en ella se incluye-, la gastronomía es el estudio de la comida, de los alimentos, de la física y de la química necesarias para transformarlos, de la botánica, de la nutrición, de la biología animal y humana, de la historia, de la antropología…, ¡qué largo etcétera! Pues oigan, ya me gustaría que la historia, la biología o la botánica fueran el ocio del siglo XXI. Aunque me temo que esa gastronomía entendida como ocio no es más que el ñam ñam de un buen puñado de tragaldabas, dicho sin ninguna acritud, que no siempre son apasionados de la gastronomía sino de una pequeña parte de ella.
Y para finalizar, me gustaría focalizar en otra cuestión. ¿No piensan, acaso, que estos disfrutes restaurantiles no están, en algunos casos, sustituyendo otros ocios culturales? Hace unos años tuvo un gran éxito editorial un libro llamado ‘Mas Platón y menos Prozac’. Quizás ahora el título de otro, aunque no sé si con mucho éxito, bien podría ser ‘Más visitas a los bodegones del Prado y menos chuletones a la semana’. Uy, sin darme cuenta me estoy metiendo en un buen fregado.