María José San Román, cocinera vallisoletana de nacimiento y alicantina de adopción, se convirtió el pasado 27 de diciembre en la segunda cocinera en conseguir la Medalla de Oro de las Bellas Artes. Antes lo hizo Carme Ruscalleda en 2008. El año antes, se inauguró la vertiente culinaria de una distinción siempre centrada en literatos, actores, cantantes y otros artistas, con la concesión de una medalla a Ferran Adrià.
No es un logro este que aplique solo a su persona. También es una conquista de la gastronomía porque, de forma oficial, se reconoce la cocina como cultura y, desde 2007, ya se puede exclamar a los cuatro vientos.
Que María José San Román haya sido la elegida —tras un 2021 en el que en el medallero la cocina brilló por su ausencia— es una gran noticia. Cogiendo la delantera a estrellas omnipresentes de la cocina española de género masculino, San Román se ha llevado a casa una distinción que, como española y divulgadora de la gastronomía mediterránea, le ha llenado de orgullo. Con esta medalla, la alicantina se convierte en la décima persona dedicada a la cocina en obtenerla.
En su carrera profesional, María José San Román no eligió la vía rápida. Obsesionada por iconos de nuestra tierra como el aceite de oliva virgen extra (para el que llegó a idear unos contenedores específicos para preservar al máximo su virginidad y ofrecerlo en su restaurante con sus propiedades organolépticas perfectas) o el azafrán, especia de la que ha estudiado la mejor forma de aprovecharla, su empeño ha sido siempre difundir nuestra raíz culinaria. Al tiempo que, pese a ello, era criticada por viajar en exceso.
En 2013, la cocinera y empresaria consiguió una Estrella Michelin para su restaurante gastronómico Monastrell, donde elaboraba y elabora una cocina que rinde total pleitesía al entorno. Ella ya hacía mucho ruido con su mensaje por y para la dieta mediterránea. Con la Estrella, se le empezó a oír aún más. Y a viajar, y a difundir… Tanto que no siempre era seguro encontrársela tras los fogones. “¿Y qué?”, exclamaba ella, no sin razón. Siempre con un equipo bien entrenado, en Monastrell se comía y se come de maravilla.
En el punto de mira de otros por ‘hablar mucho’ o por tener ‘un exceso de protagonismo’, San Román siempre se puso el mundo por montera, y su senda por y para la gastronomía mediterránea no ha cambiado ni un ápice. Con Estrella, sin Estrella, con Soles tradicionales o Sol Sostenible por su apuesta demostrada por la ecología, San Román es un ave fénix que haciendo oídos sordos a lo que ella no puede controlar, rompe moldes recibiendo un reconocimiento inédito que abre camino a todas las mujeres que le van a la zaga.
Sin duda, y con admiración lo digo, María José San Román es una mujer que sabe venderse, pero entre la neblina o el humo, vende auténtica cultura gastronómica de España. Con su proyecto de ‘Mujeres en Gastronomía’, que no acaba de cuajar entre todas las féminas, se la miró con lupa: ‘Se ha equivocado’, ‘Es demasiado laxa’, ‘No incluye a todo el mundo’, ‘Ha metido a hombres’…, estas y otras frases hemos vertido sobre ella. Pero si nos ponemos a pensar, quien hace algo siempre se equivoca. El que no lo hace, no se equivoca nunca. Aun así, me pongo a pensar en otras mujeres que destacan, y siempre hay para ellas peros, críticas, dimes y diretes.
San Román ha roto moldes, y merece que la felicitemos por ello. María José, muchas felicidades y gracias por seguir abriendo camino. Con tu trabajo logras que se insista en el reconocimiento a algo que ya sabemos muchos: que la cocina es cultura y así debe ser considerada.