No sé tú, pero para mí es como si hubiera pasado un siglo desde que nos despedimos del 2019. Ya sabes a quien le voy a echar la culpa, claro, al bichito. El ombligo del mundo que ha convertido este 2020 en un año aplastante, arrollador, furioso e implacable.
Un cambio de década inolvidable para todos y todas. Un año que quedará grabado en los libros de historia de las generaciones venideras. Los niños y niñas del futuro deberán responder en sus exámenes a preguntas como: cuántas fases tuvo la cuarentena, qué se podía y qué no se podía hacer en cada una de ellas o qué huella económica, social, sanitaria, y de toda índole, dejó aquel Estado de Alarma que un 14 de marzo irrumpió la vida de todos los españoles. De sus trabajos, de la escolaridad de los niños y niñas, de la generación 2020, de sus festividades y celebraciones, de sus viajes, de sus restaurantes, de su día a día, de su rutina más mundana.
Por una cosa o por otra, el 2020 será recordado por muchos como el año que nos robaron la libertad. Y ya sea en esos libros de historia del futuro o a través de las batallitas que, nosotros ya entrados en años, les contaremos a nuestros hijos y nietos. "¡Una pandemia tendrías que haber pasado!", será nuestro sermón del futuro para ellos.
Los exámenes más duros, sin embargo, son los que se están -estamos- viviendo ahora. Ya nada se da por hecho, ya nada es igual desde que las mascarillas pasaron de ser un equipo de protección sanitario, a un complemento de moda que, a este paso, poco o nada le falta para dar el salto a las pasarelas.
En medio de todo este paradigma (nueva normalidad, recuerda), y pensando en esos exámenes y batallitas nuestras del futuro, me pregunto: ¿qué se dirá sobre la gastronomía del 2020 en España?, ¿qué datos económicos empañarán la vivencia y supervivencia de tantos y tantos restaurantes que han vivido codo con codo con el coronavirus?, ¿quedará solo el recuerdo de los que cayeron por el camino, o se hablará también de todos aquellos que, a su manera, consiguieron sobrevivir?, ¿qué imágenes ilustrarán la vida en los bares y terrazas de España durante la pandemia?
Me produce curiosidad, y me inquieta también, pensar que la imagen gastronómica del 2020 quede pintada de negro. Ni siquiera gris. Porque la España gastronómica ha estado de luto, sí, de acuerdo. Pero no olvidemos que este luto de persianas cerradas -algunas para siempre, otras no-, de terrazas vacías, de mamparas acristaladas entre las mesas, de despidos de personal, de silencio culinario, es el mismo que ha hecho que la gastronomía española demuestre su gran fortaleza, su verdadero poder de supervivencia, y su pasión por algo que nos define y nos definirá siempre: en este país se come como en ningún otro. Eso es así.
Es cierto que ya nada se da por hecho cuando nos sentamos en la mesa de un restaurante. Ya nada será lo mismo, pero las ganas y la pasión que todos (comensales y hosteleros) sentimos por el buen comer, ha hecho que se ponga en práctica un "ahora o nunca" y un "reinventarse o morir" más potente que nunca.
No sé si este espíritu de supervivencia se contará en los libros de historia del futuro. Si se sabrá cómo debajo de sus mascarillas, muchos hosteleros, camareros, cocineros, agricultores, ganaderos, comensales, chefs con y sin estrella, etc., escondían una sonrisa llena de fuerza, de lucha y de supervivencia. Una huella con buen sabor de boca, espero.