Conocí a Loles Salvador durante un breve instante, hace dos años, cuando le entregaron el premio "Uno de los Nuestros" de la valenciana feria Gastrónoma. Me pareció una señora entrañable con un dulce rostro curtido por la vida, una vida en la que no faltaron las desdichas. Tampoco las alegrías. En estos días corren ríos de tinta por la prensa española, sobre todo en la valenciana, con artículos dedicados a su figura. Poco puedo aportar a las excelentes semblanzas u obituarios que he leído, aunque quiero dedicar estas palabras a sus hijos, donde ella sigue existiendo.
De los cinco que se dedican al legado gastronómico que ella ha dejado, he tenido relación con cuatro. No los conozco de toda la vida. La primera vez que topé con un Andrés-Salvador fue en 2013 en el Museo del Traje. Jorge de Andrés, entre otros cocineros, presentó la cocina de la Comunitat Valenciana en Madrid, y de sus manos salió un arròs amb bledes con el que sueño frecuentemente. Él es consciente de ello. Probablemente, ese arròs amb bledes, plato clásico de la cocina valenciana, sea herencia de su madre. Además de su cocina, me quedé enamorada de su persona. Honesto, con una mirada seductora que quita el sentido, ese mismo día se convirtió en uno de mis cocineros favoritos. Por calidad humana y por la destreza mostrada en unos fogones improvisados en un museo.
Por Javier Andrés también siento adoración. Algunos encuentros breves culminaron con dos encuentros intensos en Millesime 2013 y 2014. En 2013, ambos hermanos trabajaron intensamente en la edición. Para que Jorge pudiera elaborar uno de sus arroces tuvimos que mover cielo y tierra, y acabamos alquilando un food truck con una cocina en condiciones. Y Javier fue la gran revelación en la sala. Muchas veces no conoces a una persona hasta que te toca trabajar con ella y sortear situaciones estresantes juntos. Javier me demostró una y otra vez que está hecho de esa pasta tan rara que encontramos en las personas honradas, buenas, profesionales, empáticas y resolutivas. Javier es una joya.
¿Qué decir de Cristina? Simpatía, arrojo, con personalidad arrolladora… ¡Imposible tener un valor igual en sala! Cristina me ha atendido en distintas ocasiones en La Sucursal y este restaurante es lo que es, en parte, gracias a su persona.
El último flechazo lo tuve con Miriam. En lo más crudo de la pandemia, allá por el mes de marzo, grabé un programa de televisión con ella de protagonista. Aunque ya había coincidido con ella antes, en esa jornada descubrí la sensibilidad de esta dulce mujer, y su pasión absoluta por la familia, el producto y su tierra valenciana. Miriam elabora una cocina extremadamente elegante, y yo me quedé flaseada con sus manos cocinando como si ejecutara una coreografía.
Esta gran saga gastronómica, iniciada por Loles Salvador, no morirá nunca, como no ha muerto ella. En cada uno de sus miembros está el ADN de la matriarca, y ese ADN perdurará para siempre en la gastronomía valenciana y española.
Loles Salvador, si pudieras leerme te diría que lo más grande que has logrado no fue el conseguir la primera estrella Michelin para un restaurante valenciano, ni levantar un imperio gastronómico, ni ser una gran dama de los fogones. Lo más grande son tus hijos que son como son porque tú has existido.