Dicen los nutricionistas que cuando todo esto pase -mantra número uno- cada uno de nosotros y nosotras habrá ganado de dos a cinco kilos. Poca broma, si tenemos en cuenta que antes de que el coronavirus irrumpiera en nuestras vidas, el sedentarismo como filosofía de vida ya venía, en muchos casos, de base.
Pero que nadie se alarme con esto; soy consciente de la otra realidad paralela que existe frente a estos que deciden quemar Netflix en lugar de calorías: los runners, los yoguis y los ciclistas que en estas semanas se las han visto putas para encontrar en internet un rodillo que les permitiera seguir rodando, claro está, indoor.
Dos caras de una misma moneda -repasemos: una, los vagos sin remedio ni culpabilidad alguna, y dos, los insaciables del deporte- que dejan en el olvido más absoluto a quienes, simplemente, hemos preferido aprovechar esta pandemia para dedicarnos más tiempo a nosotros mismos, a meditar, a seguir comiendo sano y a trabajar la aceptación y el autoconocimiento -mantra número dos-. ¿Te suena no? ¡Pues nada de eso!
Y me explico, porque yo la primera -que me incluyo en estos últimos- levanto la mano y me declaro culpable de haber predicado con ese estilo de vida yogui, saludabley equilibrado a más no poder, cuando la realidad de estos meses confinados -admitámoslo- ha dado para mucho.
Ha dado para tener gula de comer alimentos cero nutritivos; para querer estar las "nosecuántashoras" del día sentada en el sofá viendo series y películas de absurdo argumento; y para guardarme -inútilmente- en Instagram las mil y una recetas healthies que voy a preparar esa misma tarde, o mañana u otro día ya si eso.
Pero ojo, que también ha dado para todo lo contrario, para volverme loca con las cien mil clases de yoga y fitness en directo de Instagram. Imposible seguirlas todas, ¿o sí? "Mi práctica de todas las mañanas combina súper bien con la clase de fullbody fitness de medio día mientras se me cuecen los garbanzos, y con otra de hipopresivos de la tarde". Y así, reventada, todo el día.
Tal y como yo lo veo, este confinamiento ha sacado en mí -ya me cuentas si en ti también- una especie de personalidad bipolar, incluso tripolar, que me ha llegado a trastocar de lo lindo. Pero sin ser tan tremendista, la realidad es que somos lo que somos -y lo que comemos también- así que basta con que te dejes llevar y disfrutes de cada bocado, ya sea a un donut o a una zanahoria. Que disfrutes cocinando como un auténtico “masterchef" o, simplemente, del sonido de las palomitas explotando en el microondas. Ya subirás mañana las escaleras de tu edificio diez veces. Bien de culpabilidad, eso está muy bien.
¿Se podría decir que la pandemia ha rescatado en muchos de nosotros esa gula de chefs que tan abandonada teníamos? Puede, tendrías que haber visto a mis amigas quitándole el polvo a su delantal y horneando bizcochos como si no hubiera un mañana. Bien de gula, eso está muy bien.
Pero, ¿qué pasará después?, ¿seguirás visitando tu cocina para algo más que abrir una lata de conservas o calentar unos yakifideos en el microondas? Piénsalo, en serio.
Si tu respuesta es sí, ¡enhorabuena!, porque ahí tienes una motivación a la que agarrarte cuando recuperes tu rutina: dejarte de ultra procesados, pasarte al realfooding -hazte Instagram si no sabes de qué va esto-, y haber aprendido de todo esto que la salud es lo más importante -mantra número 3-.
Si, por el contrario, tu respuesta es no, ¡enhorabuena también!, porque acabas de demostrar como pocos una sinceridad que te hace sentir cero culpable.
En definitiva, tú eliges: qué tipo de gula tener, cuánta culpabilidad hay en ella y con qué mantra decides sobrellevarla. En cualquiera de los tres casos, yo pienso gozarlo porque, visto lo visto, nadie tiene ni puñetera idea de cómo será eso a lo que todos ansiamos llegar y a lo que todo el mundo llama "nueva normalidad".
Lo único que sabemos -no seré yo quien le lleve la contraria a los nutricionistas- son esos kilos de más que habremos ganado tras cruzar la pasarela del coronavirus. Gracias nutris, ya me apaño yo con mis mantras, mis gulas y mi eterna culpabilidad. Lo realmente importante de todo esto es que #todosaldrábien, que #juntospodemos y que #todoestopasará. Mantra, mantra, mantra.