Alfredo Arribas se queda pensativo y repite la pregunta como si quisiera ordenar palabras.
— ¿Que desde cuándo empecé a hacer vino?
— No —le digo—. ¿Que desde cuándo haces estos vinos?
Sonríe como si hubiera encontrado un cómplice y me cuenta que en 2012 empezó con los inSTABILE. Primero uno, a los años otro y ahora tiene sobre la mesa cuatro de esta serie. El Pét Nat que presenta con sorna como si fuera una sidra de poca monta y es un vino natural entre zumo y yo qué sé; Brisat del que dice que es las mil y una noches hecha vino y yo me pierdo entre flores; Claret, tan pálido que ni él sabe cómo está calificado como rosado («pero si no ¿qué sería?», me dice); y Vermell, un tinto que cuenta que lleva a la niñez. Es simple, como la vida que nos figuramos tienen los niños felices. Busco palabras para adjetivar este trago fácil, pero no lo consigo. Prefiero las suyas. Y de ahí pasa rápido a uno de sus últimos tintos, Per Se. Es de una nueva serie que llama Tabla RRasa y que es como otra capa de la cebolla de su alma.
No lo sé explicar tampoco. Ni el terreno extremo, ni la DO Priorat ni Monsant, ni la elaboración me son de ayuda. Tengo la impresión de que en lo que hace va más allá de la región. Tomo aire y piso fuerte. No es el cambio de giro de una novela, ni el verso que golpea pero cómo se parece al "amor sangrando" de Idea Vilariño. Vuelvo al vino y me dice quien lo ha concebido que es uno que nunca ha existido. Tampoco el segundo de esta serie, al que llama PXX. Está hecho con la uva traída por los migrantes andaluces que trabajaron la mina y cuyas cepas antiguas ahora llenan 372 botellas. Probamos la 19 y jamás existió otro igual.
— ¿Y empezaste a hacer esto por la crisis? —le pregunto.
Y Alfredo Arribas que usa como si tal cosa combinaciones imposibles como "acidez indómita" y "trabajador de la paciencia" se ríe de nuevo.
— ¡Qué va! Lo mío era una necesidad.
Y parece un paso que tras otro le hacen llegar hasta esta última de las 4 gamas que trabaja en las que se incluyen más de 30 vinos. Me fijo en las etiquetas y me comenta que hablan del vacío. Y a mí me gustaría hablarle ahora a Leila Guerriero para que en esas listas de cosas que ayudan a escribir incluya la de un arquitecto que habla con vinos.