Partiendo del hecho cierto de que este jaqueo se ha cargado un curro de años que no veas, mis 18.5k seguidores conseguidos a pulso y a la gota gorda y esas cosillas, y yendo por delante que me cago en sus mulas y muertos tos y en la madre que parió al hacker o hackera que me jaqueó, no quiero desaprovechar la ocasión para auto-auditarme en esta postrer y reciente faceta mía de instagramer que me llegó cual viruela a la vejez.
A ver: ¿qué hostias hago yo con 63 tacos dedicando una parte gansa de mi vida a hacer el ganso gastronómico por esas redes del demonio? Esa es la primera y personal cuestión. Y la primera respuesta que se me viene así a bote pronto es bien simple: la vida me ha llevado por ahí y yo me he dejado llevar, porque me actualizaba y rejuvenecía, me convenía y porque me gusta y me divierte. No hay que darle más vueltas por mucho que a menudo me ruboricen mis propias “actuaciones estelares” telemáticas dignas del más púber de los ciberpúberes.
Tras responderme a esa primera y una vez ya aceptado que estoy enREDado hasta las trancas, otras preguntas que contestar surgen del tirón: ¿para hacerse un hueco, estar al cabo de la calle o ganarse la vida en este mundillo gastró es imprescindible vivir así de enREDado? ¿cabe influir sin ser influencer o hacer uso, directo o indirecto, de las redes sociales? ¿quienes no están ligados a grupos mediáticos pueden sobrevivir como freelance sin estar tan ligados personalmente a las redes? ¿los que vivimos en ello enREDados hacemos comunicación o regalamos a las corporaciones material humano que convertir en mercancía monetizable y todo es mera e ilusa ilusión?
Mis respuestas surgen de inmediato. Sí, las redes son imprescindibles. No, no se puede influir sin hacer uso o estar en ellas. No, los liberados de la gastronomía han de vivir ligados a ellas. Y… no, no tengo ni puñetera idea si comunicamos o nos alienamos, pero me temo lo peor.
Una vez despachadas tan a la ligera estas preguntas, solo me queda decir que desligarse y desenREDarse es un gustazo. Aunque por unos días solo sea. Muchas gracias pirata. Porque estar amarrado al duro banco de esta manera grotesca, ambas manos en la tecla, ambos ojos en la pantalla, requiere usar, al forzado, de su fuerza, y todo descanso es liberación de esclavitud. Y tu mente vaga vagamente y tus tiempos se alargan y tu no saber qué hacer te da alas y tu dejarte llevar te deja traer esto o aquello y tu no fotografiar te permite ver y la falta de luz te hace vislumbrar y tienes tiempo para merendar y te importa tres sandwiches de pepino que los demás dejen de ver-te.
Trae té para el timonel, un bistec para el sol y vino para la mujer que hizo llover, porque mientras los pecadores pecan, los niños juegan y juegan… por ese día feliz.
*Con una pequeña ayuda de mis amigos Luis de Góngora y Argote y su romance "Amarrado al duro banco", y Cat Stevens y su canción "Tea For The Tillerman".