Lo confieso. Antes de la cuarentena, ni lo percibí. Pero la falta de posibilidad de movimiento (el barrio entero de una metrópoli se considera larga distancia), ha mostrado ciertas carencias que, a la vista de lo que está por venir, ¿por qué no corregir?
¡Hablo de vino, lectores! La cosa es la siguiente. Veinticuatro horas por siete días a la semana es lo que, salvo contados momentos, hemos vivido una gran mayoría de españoles durante dos meses. Más, dependiendo de la fase en la que cada uno se encuentre. Se avecinan sí, más movimientos; más saltos de fase con ‘medidas de alivio’, como las llama el gobierno de turno. Aunque lo cierto es -terrazas diezmadas y aforos exiguos mediante- que el relajo social (sí, con pseudo distanciamiento) se seguirá produciendo en las casas, por lo menos, durante varios meses más.
No solo seguiremos durante gran parte del día en casa (sí, la segunda residencia también se acepta como casa), viendo la cara de la persona o personas con la/las que convivimos; también recibiremos a otros y visitaremos casas ajenas. Y aquí viene el quiz de la cuestión. ¿Dónde comprar vino?
No vale decir ‘yo tengo un Club del Gourmet al lado’. En serio, ¿cuántos españoles tenemos un Corte Inglés a pocos metros? En cambio, ¿cuántos tenemos cerca un supermercado?
Ya estoy oyendo el murmullo… “¿Qué pasa con las bodegas de barrio?”. ¿Bodegas de barrio? ¡¿Qué es eso?! Suenan a reliquia del pasado. Haberlas, haylas, pero son tan residuales, que vuelvo a lo mismo. ¿Cuántas personas tienen una a tiro de piedra? ¡Lo que tienen son supermercados!
Ahora los gritos me aturden. Mi oído percibe las voces que se alzan: “Internet, la solución la tienes en Internet”. ¡Menudo subidón han pegado las tiendas de vino online! ¡Hasta ponen anuncios a toda pantalla en El País! ¡Sí, en El País! Perhaps…, que dirían los británicos. Negocio respetable, en cualquier caso, son útiles para compras meditadas, para conformar una pequeña bodega en casa, para comprar ciertas cantidades, pero, en ningún caso, para una visita anunciada pocas horas antes que, conociéndonos, acabará en comida, en cena, cuando no acaba en ambas.
Y si lo que tenemos al lado son supermercados, ¿qué hay del vino? Encontramos, sí, pero ¿qué vino? Salvo contadas excepciones, hay vinos de diario, de chateo, de aperitivo, algunos medianamente buenos, otros pasables y otros, perdonen la expresión, para regalar a esa persona a la que no quieres volver a ver en tu vida.
Hemos leído durante la cuarentena cómo la venta de vinos a particulares ha aumentado en torno a un sesenta por ciento. Ese aumento, en cualquier caso, no ha supuesto una compensación de lo que se ha perdido en ventas en hostelería. Pero es un dato significativo que pone, negro sobre blanco, el crecimiento de un nuevo canal que, visto lo visto, continuará por muchos meses más. ¿Y si las bodegas, los distribuidores y los supermercados decidieran vender vino más allá de un sota, caballo y rey?
Imaginemos un nuevo escenario. Un buen día franqueamos la puerta del supermercado cercano, ese en el que realizamos la compra cotidiana, ese en el que todos los rostros nos resultan familiares, incluso conocemos el nombre de algunos dependientes. Y, ¡sorpresa! Además de las vitrinas cerradas con maquinillas y recambios de coste elevado, y con espirituosos premium, nos encontramos con otra, cual cava, con algunas referencias de esos vinos que encontramos en cartas de restaurantes y en tiendas gourmet que no nos quedan de paso. ¡Ay, otro gallo cantaría! Que tenemos una comida, una cena, ¡¡¡un brunch!!! Ningún problema. En mi super, ese donde hago la compra para toda la familia, ese super de barrio que llena neveras, que agradece con carteles a los vecinos su civismo anti COVID-19, y en el que sus empleados te reciben con una sonrisa, ¡encontraron sitio para el VINO!
Seguro: hay bodegas a las que la simple mención de la palabra supermercado les da alergia. ¡Incluso miedo! ¿No será eso un desprestigio para la marca? Y digo yo… ¿No será más desprestigio dejar de vender? Si la cosa se hace bien, habilitando espacios con cierta clase, creando rincones atractivos, y preservando bien el vino, ¿no aumentaría la venta de estos? Firmemente convencida de que la respuesta es sí, insto desde aquí a bodegas, distribuidores y supermercados a que se pongan en marcha y ofrezcan al consumidor una oferta atractiva de la que, estoy convencida, no se van a arrepentir.
Porque, concluyo, la hostelería volverá, ¡claro que sí! Pero la vida y el ocio en las casas, se reforzará. No es el futuro, amigos. ¡Es el presente!