Hace unas semanas la hija de una amiga cumplió años, 7 creo. Coincidió, además, con la entrega de las notas del colegio y el inicio de las vacaciones de verano. Había mucho que celebrar, se lo había ganado y la ocasión merecía algo especial. ¿Cuál fue la celebración? Nada más y nada menos que un festín de McDonald's por todo lo alto.
Sí, McDonald's como menú de cumpleaños, como recompensa a unas buenas notas, como homenaje a meses de esfuerzo y trabajo, especialmente estos últimos que tampoco han sido fáciles para los más pequeños de la casa. En definitiva, McDonald's como sinónimo de "aquí tienes, te lo mereces cariño, disfrútalo".
No lo entiendo. Quizás porque no soy madre y desconozco cómo el amor por un hijo puede llevarte misteriosamente a pensar que el fast food es lo mejor que, gastronómicamente hablando, puedes ofrecerle por haberse esforzado, por cumplir años, o por lo que sea.
¿Que a los niños les pirran las hamburguesas de McDonald's? Pues claro. ¿Que podrían no gustarles? También. Sobre todo, si desde bien pequeños sus padres les educaran en aspectos tan importantes como la maldita alimentación, sobre los gustos y las texturas de los alimentos, sobre cómo un brócoli o una zanahoria no son por naturaleza más aburridos o insulsos que unos 'nuggets' de "pollo". Sobre cómo implicarles en la cocina de casa puede ser uno de los procesos de aprendizaje más valiosos de su vida. Sobre cómo la (buena) nutrición infantil puede llegar a convertirse en una de las herramientas más poderosas y potentes para que un niño crezca sano y feliz. Emocional y físicamente.
Volviendo a la McFiesta de mi amiga, mi cabreo fue doble cuando ésta defendía a la cadena de fast food alegando que las hamburguesas de ahora ya no son lo que eran antes, que ahora el Happy Meal es mucho más saludable y no sé qué gaitas más.
Claro, yo entro en la web de McDonald's y leo lo siguiente: "Nuestros dietistas están abocados a actualizar el Happy Meal con la finalidad de brindar opciones de calidad a los niños." Y pienso, mira tú qué bien. Pero no, no cuela. No cuela como saludable que hayan incluido trocitos de manzana o papitas en una ración más pequeña; tampoco que nos digan que los 'nuggets' ahora son más sanos porque llevan carne blanca de pollo, que ni es carne ni es pollo, y va bien rebozada, por cierto.
Seguramente, solo han querido ser la primera cadena de comida rápida en vendernos la idea de que se preocupan por la salud de los niños. Pero para mí, "cadena de comida rápida" y "salud infantil" son dos conceptos que no casan en una misma frase.
Para rematar, no hace mucho otra amiga cercana que es profesora de educación infantil organizó una excursión para que sus pequeños alumnos aprendieran aquello de la famosa pirámide nutricional (¿te acuerdas no?), todo eso de que hay que comer más frutas y verduras y menos bollos. Interesante, pero solo a priori. Porque, ¿a dónde se los llevó? A las cocinas de un Telepizza. Sí, a las cocinas de una marca que poco o nada tiene que ver con lo que yo entiendo como "saludable", mucho menos para un niño.
Supongo que era una locura que un especialista en nutrición infantil les diera unas pautas sobre qué y cómo comer; o qué sé yo, que mi amiga les acercara allí donde nacen las frutas, verduras y algunos de los alimentos más valiosos que nos regala la naturaleza. Eso es, conexión con la naturaleza desde bien pequeños, conexión con todo lo que la tierra nos da a cambio de que nosotros los mayores, y ellos las nuevas generaciones, la cuidemos y respetemos como se merece.
¿Qué sabe nuestra niña sobre todo lo que le sirven en su Cajita Feliz? Curiosa felicidad la de esta cajita si a lo que nos lleva es a que las nuevas generaciones, en lugar de venir pisando fuerte, lo hagan pesando fuerte.
Personas e instituciones que educan, por favor, hagan que la alimentación sea parte de la educación obligatoria de todo niño y niña viviente. Padres y madres del mundo, por favor, hagan que sus hijos se metan en harina y disfruten cocinando en familia, qué sé yo, pizza casera.
Ellos, el medio ambiente, la sanidad, la economía, la agricultura y, en definitiva el mundo entero, os lo agradecerá. Bueno, quizás el mundo entero excepto McDonald's y compañía.