Hay dos cosas en esta vida que, a diferencia del petróleo, son inagotables: la avaricia y la estupidez humanas. Y normalmente van de la mano. O sea, los avariciosos se aprovechan de los estúpidos para medrar y hacerse de oro. Básicamente, y como ejemplo, esto es lo que subyace en muchas de las dietas milagro y pautas alimentarias hipermegasaludables que han ido apareciendo a lo largo de los últimos años.
No importa que la hayan llamado dieta paleo, del cucurucho o realfooding. Ni tampoco que hayan nacido con la mejor de las intenciones. Al final, el patrón se repite y siempre acaba apareciendo un espabilado que se aprovecha de un montón de imbéciles. Por eso, conviene no dar mucha bola a según qué tipo de individuos así que asoman la nariz. Y en caso de hacerlo, y si la cosa huele a cuerno quemado a una legua de distancia, pues mejor centrar las críticas en lo sustantivo y no perderse en idioteces.
La periodista Mar Calpena lo dijo hace unas semanas en Twitter. Si «cuando llegó la primera nota de prensa con aroma a humo y azufre no se le hubiera dado bola, ahora no estaría tan subidito». Mar se refiere, por supuesto, a Carlos Ríos, el terror -ejem, ejem- de la industria alimentaria, el hombre que iba a dar un putsch a los supermercados e inventor del realfooding. Vamos, otro señor con bigote que dice que ha inventado lo que nuestras abuelas, tías y madres han hecho de toda la vida. Ahora les cuento.
Ríos ha protagonizado recientemente un altercado con el star-system, en las redes, de nutricionistas y tecnólogos de los alimentos, una peña de gente bastante más sensata que Ríos, pero que comparten con él un tremendo afán de protagonismo. Conozco a algunos de ellos y debo decir que son buena gente, a pesar de todo, y saben muchísimo.
Rápidamente. El realfooding, para los que no sepan de qué va, dice que tenemos que comer comida de verdad -¿en serio?-, dejar de comer procesados y ultraprocesados -¡no me digas!-, y que del alcohol y del azúcar mejor nos olvidemos, por lo que la receta realfooding del mojito es agua con menta -¡mátame camión!- a doce euros el copazo.
Lo que les decía. Resulta que el realfooding es la forma en la que cualquier nutricionista actualizado le dirá que tiene que alimentarse, incluso si quiere perder peso, y como siempre se habían alimentado las familias cuando lo más cercano a un ultraprocesado que veían era una pastilla de caldo Starlux.
Es realmente preocupante que un señor haya encontrado una mina de oro en algo tan básico como comprar, cocinar y comer alimentos sin procesar. Preocupante porque quiere decir que hay mucha gente que se alimenta (sic) con basura y que, ahora, ha descubierto un mundo. Y descorazonador porque significa que hay mucha gente que vive de espaldas a la cocina y cocinar como fuente de bienestar, salud y felicidad. Pero bueno, de esto ya hemos hablado mucho y no voy a insistir.
Entre otras cosas, porque como les he dicho, ya lo sabíamos, incluido todo el star-system de nutricionistas que se pusieron las manos en la cabeza por una crema de cacao que el tal Ríos ha comercializado como auténtico realfooding pata negra -toma castaña-. Porque ahora resulta que puede haber procesados buenos -pero qué me estás contando maripili-, pero que el azúcar sigue siendo el demonio, la suya lleva pasta de dátiles, a lo que el dicho star-system ha dicho que de eso nada monada y que su crema de cacao sigue siendo una puta mierda ultraprocesada y azucarada, por no sé qué rollo de los azúcares libres y los azúcares intrínsecos. Por cierto, Nutella y Nocilla les están aplaudiendo, a todos, con las orejas.
Al final fue la típica discusión de a ver quién la tiene más larga que se perdió en menudencias y que no fue al meollo de la cuestión, que no es otro que el realfooding se ha convertido en un business sacacuartos que Ríos tiene montado, y que lo que sin duda -a pesar de carecer de novedad- era una idea bienintencionada ha terminado siendo una especie de secta de gente que está a un paso de caer en la ortorexia y a dos de la quimifobia, con Carlos Ríos ejerciendo de Gran Dragón, y todos repartiendo carnets de pureza.
Cualquier psicólogo especialista en trastornos de la conducta alimentaria les dirá que la ortorexia puede ser tan peligrosa como la anorexia o la bulimia, por lo que el star-system debería estar más preocupado por denunciar la irresponsabilidad que representa que un nutricionista -Carlos Ríos lo es- auspicie este tipo de conductas, que por los azúcares de los cojones.
La corriente de fondo de todo esto es aún mucho más preocupante. No sé si exagero, pero creo que el pensamiento mágico, aquel que más podemos asociar al pensamiento religioso, se está adueñando de nuestra alimentación. El realfooding y el veganismo, con sus grandilocuentes aires de pureza y superioridad moral, serían un buen ejemplo.
Se me escapan, de momento, las razones por las cuales está sucediendo, pero pasar pasa. Prometo reflexionar al respecto. Pero así de entrada, no hace ni puta gracia, porque es lo último que le hace falta a nuestro ya jodido sistema alimentario.