Yo hoy quería escribir sobre el primer Congreso de Escritores y Periodistas Gastronómicos que se ha celebrado el pasado fin de semana en Menorca, repasar sus ponencias y destacar lo más importante de lo que se hubiera dicho. Pero visto lo visto, no lo voy a hacer. Vosotros sabréis qué estáis haciendo, majos. Eso es casi todo lo que voy a decir porque se me parte el alma al ver a una generación de brillantes autores metidos en estas guerras fratricidas. Mientras, los tótems se ríen y se sienten seguros en sus poltronas. En fin, seguro que me faltan datos e información, pero vaya.
Por otro lado, este fin de semana también hay quien, a unos cuantos, nos ha llamado racistas por lamentar que un restaurante histórico de Barcelona —Casa Leopoldo, mil veces glosado por Vázquez Montalbán— haya acabado siendo un restaurante chino de menú a 12 euros. Quede claro, que lo que me parece una lástima es que un restaurante así deje de ser lo que fue. Que termine siendo un chino, un japo de medio pelo o una lavandería, es lo de menos.
También, quede claro, creo que la principal causa de que Casa Leopoldo haya tenido este final es de los anteriores propietarios. Los que salían llorando diciendo que no podían hacer frente a un alquiler de 8.000 euros y que si el barrio estaba sucio y era inseguro… Bueno, pues los nuevos propietarios sí se ven capaces de pagarlo, en el mismo barrio, y con un ticket medio que va a ser una cuarta parte. A ver si el problema no va a ser la facturación, sino el margen. Y sí, los nuevos propietarios son honorables ciudadanos de la República Popular China. O quizás son de Taiwán o vaya usted a saber.
Pero todas estas explicaciones no han servido de nada. El simple hecho de mencionar que la nueva propiedad es china y lamentar que Casa Leopoldo acabe siendo uno más de los tropocientos restaurantes de este tipo que hay en Barcelona, fue suficiente para ser considerados unos racistas. Mu' bonito.
Como no puede ser de otra manera, bienvenida sea la igualdad y el feminismo a las cocinas. Bienvenidas, también, la dignificación de las condiciones de trabajo y los salarios. Pero si pudiéramos mantener a la cocina alejada de la cultura Woke, pues creo que nos haríamos un favor todos. Básicamente porque es una impostura.
También durante la semana pasada hubo lío porque a alguien se le ocurrió decidir que tres de los mejores bares del mundo están en Barcelona: Paradiso, Sips y Two Schmucks. No he estado en ninguno de los tres. La coctelería no es uno de mis fuertes. Pero al parecer hubo mucho lamento porque en uno, el que había quedado primero, había que hacer cola de una hora para poder entrar; y sobre otro, el Two Schmucks, la queja era que era un negocio abierto por extranjeros y para extranjeros. A bote pronto, no me dirán que no parece una queja de VoX.
Curiosamente nadie calificó esta queja de lamento racista, como en el caso del restaurante chino que ha sustituido a Casa Leopoldo. A algunos se les ve el plumero y no les cabe más demagogia en un tuit. Y oigan, a mi, que vengan unos señores de Londres, de Singapur o de donde Jesús perdió los calzoncillos a montar un negocio legal, pues me parece perfecto.
Viene una crisis de mil pares de cojones. Así que todos haríamos bien de estar lo más juntitos que podamos. No parece el mejor momento para demasiadas tonterías.