Ya ha violentado las elecciones yankis a lo bestia y ha declarado públicamente el todo vale a los más elevados niveles de poder mundial. ¿Qué no hará con la pobre gastronomía española? Tragedia.
Sus efectos maléficos están siendo devastadores y lo serán más, mucho más aún. Si ya vivíamos todo esto demasiado rápido, ahora vamos a vivirlo a toda hostia, y eso hará que nos caigan como panes. En primer lugar, para el hostelero empresario cuyos negocios de restauración han sido puestos en peligro de extinción (¡help!); en segundo, para los cocineros/camareros que trabajan en ellos, cuyos puestos de trabajo han sido puestos en peligro de desaparición; en tercero, para los proveedores de este sector cuyas producciones han sido puestas en peligro de apagamiento; y así sucesivamente. La dimensión del quebranto y sus consecuencias están aún por ver, pero grave un debilitamiento de la fuerza sentir se ha dejado.
Es un hecho que este covid es una hecatombe y que, como tal, no es insensato pensar que ha supuesto, está suponiendo y va a suponer una verdadera perturbación en lo hasta ahora establecido y válido como "valores" de la gastronomía de España. Tampoco es vaticinar, en consecuencia, que estos habrán de ser "revaluados", sufrirán cambios profundos y su jerarquía dará un vuelco que conllevará una redisposición de calado.
Algunos de los pilares y bases de nuestra gastronomía que hasta ahora eran tenidos por sus verdades verdaderas, dejarán de serlo y, tras ser revisitados, pasarán a ser el pasado y, como tal, serán ahora reprobados y abandonados o, cuando menos, menospreciados. Podremos así conocer cuán sólidas habían cristalizado esas ya antiguas nuevas bases que nos trajo la revolución culinaria de Adrià El Bulli y su continuidad.
Pero, si esta anomalía general y genuina, efecto de la pandemia, va a cambiar los asentamientos de gastronomía patria… habrán entonces de ser sustituídos por otros diferentes, ¿no? Sean novísimos o revividos, inventados o reinventados, robados al futuro o al pasado.
Podemos leer por doquier las adivinas adivinanzas que colegas, más duchos que yo unos, más temerarios otros, están publicando. Me gustó el artículo que en este sentido publicó Jesús Terrés hace poco. Escudriñen ustedes, si les place, por esos mundos enREDados para estar al día. Pero, en todo caso, el futuro está oculto tras los vapores de las miles de cacerolas que están hirviendo a punto de severa ebullición. No creo que podamos saber qué nos deparará ese futuro hoy pues la incertidumbre reinante no permite vislumbrar un clarificado porvenir. Mientras, el desánimo general crece alimentado por la podredumbre económica que ya nos asola. ¿Estamos perdidos? No. Sólo en estado de "choc". En breve saldremos de él pues, quizás en este caso para bien, la vertiginosa y líquida realidad en la que vivimos no da lugar a estancamientos ni parones y nos ha acostumbrado a tragar sapos, culebras y grandes anomalías como esta sin decir ni pío ni engolliparnos lo más mínimo.
También los petirrojos cada año vuelven por primavera a su ser, a engullir insectos y luego cantar. Es un mundo extraño… ¿no?
* Con una pequeña ayuda de mis amigos Zigmunt Bauman y David Linch.