Hace unos cuantos años se popularizó la innecesaria expresión inglesa no show para referirse a no presentarse ante una reserva en un restaurante, algo contra lo que clamaban a voces restauradores, cocineros y gastrónomos. Tal era su enfado e indignación que lo acabaron convirtiendo en algo que ningún ciudadano de bien haría bajo circunstancia alguna, so pena de ser un proscrito en el mundo de la hostelería. No había ni un resquicio de compasión para quien no se presentase puntualmente para ocupar la mesa que había reservado.
A cara descubierta, aunque roja, deseo confesarme. En días pasados, un restaurante de provincias, con las mesas a reventar un sábado por la noche, pudo enfadarse, entristecerse, ¡qué se yo!, rasgarse las vestiduras porque una pesada que, con gran insistencia, había rogado una mesa, tuvo la desfachatez de no presentarse. No, no avisé de mi inasistencia de ninguna de las maneras: ni con margen de tiempo, ni con la suficiente antelación. No sé qué merezco, pero pensándolo bien, el oprobio se me antoja un tanto exagerado.
Tras unos primeros instantes de vergüenza -¿cómo he podido hacer yo algo así?- concluí: a las personas nos pasan cosas. Quizás en el camino al restaurante caíste enamorado; puede que te toparas con alguien a quien habías perdido la pista y se te fuera el santo al cielo; a lo mejor te encontraste tan mal que una llamada a un restaurante se te antojó algo completamente secundario, si es que lo pensaste. ¿Y si no pudiste salir del trabajo porque la cosa se complicó? ¡Hay trabajos y trabajos! ¡Díganle a un policía que tiene que parar una detención por llamar a un restaurante! O a un médico en una operación de urgencias… Casuísticas hay tantas y somos tantas las personas que no es de extrañar que los fines de semana, con los restaurantes presuntamente al completo, un cierto porcentaje de inasistencias estén a la orden del día.
¿Está mal hecho no aparecer? Sí, sí, está mal. ¿Es pecado mortal? ¡En absoluto! Duerman tranquilos si les ha ocurrido. Eso fue lo que yo hice: dormir tranquila una siesta que se alargó tanto que me desperté cuando habían ya pasado dos horas de la reserva. Me entró angustia, me entraron remordimientos, pero tras unos minutos tranquilizándome, volví a dormirme plácidamente pensando que mañana sería otro día.
(Con el sol brillando a mediodía del día siguiente tomé la incómoda decisión de pedir disculpas: el descanso de una semana estresada causó mi ausencia y así justifiqué mi inasistencia. No cayó la sangre al río. Ocuparon mi mesa).
La expresión inglesa no show es innecesaria en español porque se puede reemplazar por giros como no presentarse o voces como inasistencia.
En las noticias, cada vez es más frecuente encontrarse este anglicismo en frases como «En el restaurante se reservan el derecho de aplicar un cargo en caso de un no show del cliente», «Baleares expedienta a cuatro aerolíneas por la polémica cláusula “no show”» o «Los motivos del no show son variados».
Tal como señala el diccionario Merriam-Webster, en inglés no-show (escrito también a menudo sin guion: no show) se emplea para la persona que ha hecho una reserva o a la que se espera, pero que no aparece y no avisa de su falta de asistencia, o no lo hace con suficiente antelación. También se aplica al hecho de no presentarse, que es como se suele emplear en los textos en español.