El mes pasado asistí a una cata dirigida por la enóloga María Isabel Mijares. Mijares lleva más de cincuenta años en ejercicio, y es una de las primeras mujeres en España en estudiar enología. En los años 60 se licenció en químicas y, posteriormente, obtuvo un doctorado en Burdeos en enología. Mijares, como cualquier persona, puede gustar más o gustar menos. Pero lo que no se le puede negar es sabiduría y experiencia en lo suyo. ¿Y qué dice Mijares sobre los maridajes? Pues que los vinos tienen un amplio espectro gastronómico y no tienen que asociarse a platos concretos. Y yo, señores, estoy más que de acuerdo.
Vale que, a veces, hay vinos que saben horribles depende con qué te los tomes; y hay ingredientes que, con algunos vinos, pierden su buen sabor. Tal es el caso de la alcachofa que mata el vino y el vino la mata a ella. Aquí solo caben jereces y champagnes.
Excepciones aparte, un vino que esté rico, que guste al que lo está tomando, acompañará satisfactoriamente cualquier comida. Sin olvidar que nos da placer por ese puntito que se logra ingiriendo alcohol, porque si no tuviera alcohol, comeríamos únicamente con agua o con Coca-Cola. Y quien lo niegue, miente.
En cualquier caso, me parece bien todo lo que haga uno adaptado a su gusto y conveniencia. En mi opinión (de la cual una mayoría de expertos se sentirá totalmente alejado), una comida con platos complejos y contundentes, se goza el doble si el vino es ligero y fluido. Por el contrario, un vino complejo se disfruta mucho más con platos ligeros. ¿Y eso por qué? Pues porque de ese modo puedo tener todos mis sentidos abiertos a la complejidad del plato o del vino y no al maridaje entre ambos.
Pretender catar vinos estructurados a la vez que se comen platos fruto de la reflexión me parece una pérdida de tiempo, y una actividad que no deja comprender ni disfrutar de una cosa ni de la otra.
Y añado: buscar matices, aromas, reminiscencias a sabores ajenos o a recuerdos en un vino es una labor intelectual que, en mi caso, solo se logra bebiéndolo sin distracciones. También el disfrutar de una comida de corte gastronómico se consigue cuando no estás pensando en el vino. ¡Ni falta que hace!
Si sienten curiosidad por el vino, pero no se atreven a tomarlo sin complejos a causa de ciertos mensajes ceremoniosos que se trasmiten, ¡no se corten! El vino está muy bueno y disfrutar de él no requiere ningún ejercicio postural (de postureo). Tan solo ganas de probarlo y de pasarlo bien.
En las fiestas, y siempre, relájense, gocen del vino y de la comida exactamente como les plazca. Lehaim!