¿Qué hay de nuevo, viejo?

Artículo de Fernando Huidobro
A veces, tengo la sensación de que el tiempo gastró se ha detenido y que ya no aspira a ponerlo todo patas arriba.
Por Fernando Huidobro
27 de mayo de 2021

Ya sé que millares de cosas han cambiado en lo que va de siglo XXI, a toda pastilla y por intercomunicación global y demás perejiles que hacen que no tengamos tiempo para , lo veamos todo a distancia y, desde que empezó la infamia de la pandemia, apoltronados desde casa. Consciente soy de esa realidad y esta tragedia que parece poder tocar a su fin.

Pero no me refiero a eso. Sino a una ensoñación que a menudo me asalta en la que, a la contra de esa aceleración, la cultura gastró se hubiera ralentizado. Entonces me viene a la nariz un cierto tufillo retro, una inercia tontorrona que me descoloca y que hace que mi libido gastró se ponga por los suelos, rozando la desapetencia erótico-culinaria que desde pequeñín me ha invadido y caracterizado. Quedo en ese momento caquéctico, desnortado, fuera de tiempo... pistopaúsico.

En tal trance, pienso, veo, pruebo, repienso y, a menudo, me parece que estoy reviviendo el siglo XX gastronómico. Es como si una morriña neblinosa se hubiere extendido invadiendo la restauración y tapando su avance post-modernista post-adriático. Y me veo interrogándome a mí mismo: ¿dónde están los bulliciosos cocinerosos de hoy, por qué no soy capaz de encontrarlos?

En su lugar, en mi magín aparecen magdalenas proustianas que son síntomas claros de retromanía: abren sitios de rivaival ñoño; se sirve con guante blanco; se vuelven a gastar dinerales en la decoración; nos pirramos por un servicio a la antigua; cada día se celebra más el resta de producto; el cuchareo triunfa como Los Chichos y los huevos fritos no te digo; lo afrancesado se cuela hasta las cocinas de las casas de comida; los trabucazos de perdigoncillos de caviar o sucedáneos varios se disparan; la estética se impone a la ética de la buena cocina; el mamoneo de ver y ser vistos campa por sus fueros; la élite del súper lujo impera de nuevo al tiempo que los sitios medios que se abarrotan son puro entretenimiento, etc. etc.

Yo ya he estado allí, ya he visto todo esto… y, al tiempo, no he estado ni lo he visto, me digo, no es el pasado en sí pero tampoco me parece el presente. Un resabio atemporal me invade junto con el presentimiento de que nos hemos acomodado, que nos hemos acoplado al pasado semi reciente. Los cocineros de ese hoy, jóvenes por tanto, y las empresas de restauración vuelven a ese pasado, a las décadas de los 70 y 80, a la segunda mitad del anterior siglo en general, a los "estilos" o formulismos establecidos entonces, los tiempos se funden y confunden en mi sesera. Lo mío, pienso entonces, es lógico dada mi provecta edad, pero ¿y ellos, cabe la nostalgia de lo no vivido?

No sé. Se me nubla el oremus y es como si ese virtual mundo-mundillo gastró en el que me aparezco a mí mismo, no estuviera siendo capaz de afrontar nuevos retos y hubiera vuelto la vista atrás en vez de adelante, incapaz de centrarse en la actualidad de tal presente para interpretar las experiencias de ese hoy mirando al porvenir. Veo en este aquí imaginario mucha moda y mucha novedad, sin duda, pero se me antoja anticuada.

Quizás, muy probablemente, todo ello sea fruto de mi vejez e inadaptación, que me ha convertido en un perturbado por los tiempos gastró; quizá traiga causa de mi añoranza de un tiempo de frenesí creativo y experimental; casi seguro que sea solo mío este sentimiento de frustración por el incumplimiento de unas expectativas utópicas que siento finiquitadas mientras masco la tragedia del agotamiento de uno de los principales valores recientes de nuestra cultura. Sí, son mis fantasmas. Vale, está bien, reconozco mi loca estulticia. Soy un gastrotonto sentimental.

Ése que al final del sueño, solo, en pie y blandiendo una espumadera ante la nada, exclama amarga y viejunamente: ¡lechuga!, ¿es que no hay nadie, ningún Gastroman que haga de su mandil una capa de Super Cocinero, se enfrente al inmediato pasado y afronte la época que nos ha tocado vivir con actitud y fuerza rompedoras?

Afortunadamente cuando vuelvo en mí, reconozco a algunos contemporáneos que miran al futuro y van decididamente hacia él para que distópicos comensales como yo podamos papeárnoslo, si es que nos quedan dientes y vida... ¡Uffff, vaya mal rato!