Me gusta jugar con el chat GTP y este mes en el que celebramos el día de la mujer le pregunté a la Inteligencia Artificial qué podía hacer yo por mí. No especifiqué mi identidad sexual y me contestó utilizando el masculino genérico. Acto seguido le indiqué que era mujer. Y entonces me sorprendió que cambiara la respuesta y que sustituyera un punto anterior en el que aconsejaba "establece tus metas" por "trabaja en tu autoestima".
No sé si a los hombres les ocurre lo mismo que a las mujeres, pero desde luego en estos días también he tenido el disgusto de comprobar cómo unos y otros se afanan en destruir lo que queda de estima en personas valiosas, independientes y críticas.
En las redacciones periodísticas restan importancia a las propuestas interesantes y condenan el estilo propio, para forzar el "clickbait", es decir, esos titulares sensacionalistas que al pinchar te dejan masticando el aire porque las "suculentas" promesas se desvanecen en textos forzados, exagerados y alejados de lo que de verdad alimenta a la razón. (Spoiler: Pronto el Google actual será sustituido por una IA que ya considera que ese modelo de comunicación depredador de clics no es recomendable por "engañoso").
En las universidades también he visto estos días el desprecio del trabajo de unas y de los logros de otras olvidando de nuevo en este caso el alimento de la ciencia: la cooperación. El origen de internet, sin ir más lejos, se debe a la colaboración entre grupos de investigación estadounidenses.
¿Qué hubiera pasado si el restaurante elBulli no hubiera compartido sus recetas y su filosofía culinaria no solo en libros y congresos sino en sus propias instalaciones con cursos para profesionales y estancias de aprendizaje?
Pues que no se hubiera repensado la cocina ni reflexionado acerca de lo que se podía hacer y tampoco se hubieran propuesto muchas de las innovaciones que finalmente han cuajado.
¿Esta nueva cocina fue idea de un único líder, Ferran Adrià? Claro que no. Además siempre se ha hablado del equipo de creatividad y aunque sabemos pocos nombres de quienes aportaron ideas clave (entre ellos el de Albert Adrià), podemos dar como ejemplo de colaboración científica la creación de la tortilla deconstruida para la que Marc Singla puso la receta y la "deconstrucción arquitectónica" el concepto.
Pero me pongo a pensar y llego a la raíz: ¿qué hubiera pasado si las mujeres no hubieran compartido durante siglos sus recetas de cocina con otras mujeres no solo de sus familias sino amigas o conocidas del propio pueblo o de otros (incluso de diferentes países)?
Pues muy sencillo: La cocina de elBulli nunca hubiera existido.
La clave del avance es compartir, colaborar y cooperar. Pero estas palabras no sirven de nada en discursos de personas que luego no las aplican, porque sin hechos pierden su sentido de nutrir la raíz de cómo estamos plantados en este mundo.
Volviendo al ejemplo de Internet y su creación y desarrollo, comprobamos que fue la colaboración y el esfuerzo de ponerse de acuerdo (incluso entre países y empresas) la que lo propició.
En cualquier universidad la calidad científica se mide a través de grupos de investigación que deben unir a investigadores de diferentes universidades y países, junto a profesionales y empresas. Y sus resultados publicados en forma de artículos son la prueba de su relevancia.
El conocimiento, como el agua y la alimentación, es mucho más que un negocio, es un bien universal. No sé si la IA lo sabe, pero nosotras, mujeres en la gastronomía y en la ciencia, hemos compartido recetas e investigaciones. Y ya solo eso es para tenernos en muy alta estima.