Tengo que admitirlo. Durante este tiempo de pandemia, algunos restauradores han llegado a avergonzarme. Sus exigencias, sus malos modos, su creencia en tener derechos por encima de los demás han sido razones de peso para que me dieran vergüenza ajena. Por suerte, con otros me ha pasado todo lo contrario.
Recuerdo que, tras el confinamiento, con la apertura de los restaurantes, algunos realizaron ímprobos esfuerzos en pos de cierta seguridad para empleados y clientes. Tanto económicos como estructurales.
El restaurante Lakasa, sin duda, pertenece a esta segunda clase, a la del esfuerzo y compresión de la difícil situación desatada. César Martín y Marina Launay son los propietarios y máximos responsables del restaurante y, por entonces, tomaron una decisión que no pude más que aplaudir: contar con Carlos G. Cano, un periodista de la cadena SER, también enfermero, que en el confinamiento dejó de darle a la tecla y de enarbolar la 'alcachofa' para ponerse un EPI en el madrileño hospital de la Princesa.
Con estos antecedentes, Carlos tenía toda la autoridad moral y profesional para instruir en comportamiento y seguridad frente al COVID al personal de Lakasa. De este modo, el equipo aprendió a prevenir la expansión de la enfermedad siguiendo correctamente los protocolos implantados por Sanidad y el propio restaurante. En su momento, ¡me quité el sombrero!
Ahora, quienes necesitan ayuda son los responsables de Lakasa con el hermano pequeño, abierto en 2020: Fokacha.
Volviendo al soldado Ryan del título… Salvarle a toda costa no deja de ser un símbolo, una misión que, a pesar de su complejidad, dignifica a todos, incluso a los que no lo merecen. Y salvar Fockacha es otro símbolo: es el apoyo a un colectivo salvando a uno de los suyos.
¿Cómo no ayudar, en la medida de lo posible, a quien expresa en alto una necesidad, un deseo que no va en contra de nadie y sí a favor de muchos? César Martín abrió Fokacha casi en lo peor de la pandemia, y el restaurante no va bien. A favor: un equipo cohesionado, una clientela fiel y ningún cero en sus servicios en poco más de año y medio abierto. Lo peor: ¡el maldito dinero! Cien mil euros de pérdidas no es moco de pavo, pero de pozos mucho más profundos se acaba saliendo.
En un vídeo que está colgado en el canal de YouTube de Lakasa, César Martín no pide ayuda, solo habla en alto.
Sí, el restaurante nació en mitad de la pandemia, no se excusa en ello César para admitir un fracaso; lo que hace es insuflarse la energía, la fuerza, el carácter necesario para, en contra de tirar la toalla, seguir hacia adelante con la cabeza fría y el análisis hecho.
Vean el vídeo y mediten sobre esto. ¿Se debe salvar al soldado Ryan? Por tanto, ¿hay que salvar Fokacha? En mi caso, lo tengo claro: objetivo, salvar Fokacha.