Como era de esperar, tras la conversión de la gastronomía en un próspero sector económico generador de nuevas riquezas monetizables, los negocios de sus múltiples posibles enseñanzas han proliferado como setas en un lluvioso otoño.
Los grados y postgrados, cursos y talleres, charlas y conferencias, y demás másteres del universo, presenciales o fantasmales, han explosionado cual Big Bang gastronómico y hemos roto a aprender. De las buenas mollas de las escuelas y efepés de cocina, hemos pasado a la crème del doctorado universitario sin pasar antes por el pasapurés de una implantación programática progresiva de escolástico rigor, por lo que nos ha quedado un engrudo ‘pastoso’ que no hay triestrellado que lo arregle.
Porque, ¿quiénes doctorarán a los futuros doctores? ¿Quiénes enseñarán a los enseñantes? ¿Existe ya un elenco de catedráticos preparados y formados para preparar y formar a los alumnos de la nueva carrera de Gastronomía?
Mucho peligro tiene poner la enseñanza y, por tanto, el futuro de la gastronomía en manos de unos cuantos claustros de universidad párvulos en las cosas del buen cocinar/comer; cuyos miembros no suelen saber a qué saben sus sabidurías pues nunca han querido saber ni sabido del tema, no por falta de posibles sino de interés; que la han despreciado por ser una estupidez de patanes lujuriosos o un lujo de extravagantes, una mera necesidad corporal o un bobo entretenimiento intrascendente, pero, en todo caso, por suponer para ellos una pérdida de un precioso tiempo que siempre han preferido emplear en engullir libracos o recopilar textos para sus tesis y doctorados. Dicho lo cual, diré también que me parece bien, loable y necesario. Pero ¿por qué entonces hincarle el diente a algo tan ajeno a su idiosincrasia y modus vivendi como la gastronomía?
El peligro es dejarla pudrir en el mismo enrevesado, perverso y opaco sistema superior -(?)- de enseñanza donde ya languidecen mortecinamente hasta la filosofía o la historia, es decir, el peligro de condenarla a morir a pellizcos de la incomprensión y el olvido. ¡Pobre gastronomía mía, entre las cacerolas sola!
Eso sí, muchos de esos profesores y los que acudirán al olor de la rica miel, sentirán ahora un repentino e irreprimible amor por la gastronomía y se apuntarán al carro de esta nueva disciplina académica, participarán con entusiasmo en la creación de nuevos grados, inventarán asignaturas, impartirán clases magistrales, conformarán departamentos universitarios o escolares, etc. etc. teorizando a fondo hasta en la nimiedad más obvia y patente o en el verdadero origen medieval del término “tumbaollas”, para así seguir perpetuando esa ortodoxia doctoral tan empecinada y dañina. ¡Qué pechá de teoría nos espera!
Muchos serán también los alumnos, oyentes y on-liners que se gastarán sus cuartos en pagar cualesquiera de esas enseñanzas masterizadas con tal de “ponerse en forma” y poder incluir en su C.V. la titulitis correspondiente que les sirva para vacilar ante amistades y familiares y engatusar a las empresas ávidas y necesitadas de personal cualificado. Pero, ¿cuál y en qué consistirá la especialización de esos próceres capaz de responder a esas necesidades del mercado laboral de hostelería? “Bueno, qué más da, la práctica ya la aprenderán allí, eso es cosa de quienes les contraten”, dirán.
Ellos a lo suyo. Lean si no un titular aún calentito: “Así será Magic, la futura 'fábrica' de estrellas Michelin. El primer campus gastronómico público de España, que además de formar a grandes cocineros revolucionará esta ciencia a golpe de investigación, contará con laboratorios gastronómicos, restaurante abierto al público y 'masterclass' de grandes chefs”. ¡Toma ya, todos-todos camino de un firmamento cargadito de estrellas y soles!
No voy a detenerme en comentarlo pues estas palabras sólo vienen a corroborar lo dicho más arriba, y como ven, he resaltado en negritas las claves de éste tan desafortunadísimo texto que no hay por donde cogerlo.
Me limitaré a decir que parece mentira que los grandes hacedores de tan egregios proyectos, aún no se hayan dado cuenta de que el cielo es un lugar donde nunca ocurre nada.
Así que pongamos los pies en la tierra y volvamos a la edad de la inocencia adolescente exenta de ambiciones de erudición y cantemos aquello de…
Don't know much about gastronomy
Don't know much culinary
Don't know much about a cooking book
Don't know much about the cook I look
But I do know that I love you
And I know that if you love me, too
What a wonderful world this would be.
*Con una pequeña ayuda de David Byrne/Talking Heads y Sam Cooke.