En lo más crudo del pasado invierno, un día de temperaturas gélidas, conocí en Madrid a una pareja que dedicaba parte de sus días a recorrer el mundo para conocer los restaurantes que formaban parte de la lista de los mejores restaurantes del mundo, organizada por la empresa William Reed Business Media.
Parecían muy normales, no llevaban ropa de alta costura, no los conocí en un entorno de alto nivel, ni portaban joyas o adornos caros ni ostentosos. Pero, a tenor de lo que contaban, se dejaban una pasta gansa en cada uno de sus viajes. Según explicaron, en un mismo viaje podían llegar a visitar más de una decena de una tacada. Se les veía muy contentos de su 'empresa', no parecían muy críticos, más bien satisfechos de ampliar su cultura gastronómica conociendo de primera mano las tendencias de todos los lugares del mundo. La impresión que me dieron es que creían en la lista a pie juntillas.
¿Quién nos dice que personas como estas son aisladas? Obviamente, los adeptos a Tripadvisor que mentaba el compañero Albert Molins en días pasados en este mismo medio pueden contarse por millones, lo que no evita que pueda haber un buen puñado de frikis con dinero para gastar, y para los que The World's 50 Best Restaurants sea una especie de biblia contemporánea. Precisamente, en esa gente pueden estar pensando las distintas organizaciones públicas que destinan sus fondos a patrocinar la gala donde se desvelan los 50 restaurantes mejor posicionados. También, y muy importante, en los negocios que en sus propias zonas se puedan emprender como consecuencia de su participación.
William Reed Business Media organiza distintas listas en las que da a conocer los (supuestamente) mejores restaurantes de distintas zonas, siendo la joya de la corona, la lista mundial. Su negocio es claro: cobra por patrocinar las distintas galas y los diversos premios especiales, pero no se deja influir por los patrocinadores. Siempre en mi opinión, claro está, sustentada por algunas declaraciones soto voce que me han dado.
Como patrocinadores oficiales siempre cuentan con entidades públicas, es decir, con dinero que procede de los contribuyentes, sean de donde sean. En la última edición, celebrada en Valencia, la ciudad engrosó las arcas de William Reed Business Media con un millón y medio de dólares, cifra que, en su mayoría, fue aportada por Visit Valencia, con la colaboración de València Turisme y Turisme Comunitat Valenciana.
Según mis fuentes en las entidades valencianas, no hubo acuerdo para conseguir una lluvia de buenos puestos para restaurantes de la ciudad ni de la Comunitat. De toda la lista, cabe señalar que el único restaurante valenciano (de la ciudad) es Ricard Camarena que irrumpe en la lista 2023 en el número 96, y Quique Dacosta (Comunitat) escala posiciones pasando del puesto 42 que tenía en 2022 al número 20. Nadie paga un millón y medio de dólares por esto.
Por poner otro ejemplo de otra gala a la que tuve ocasión de asistir, el Estado de Yucatán (México), a través de su Secretaría de Turismo, pagó en 2022 por patrocinar y acoger la Gala de Latin America's 50 Best Restaurants 300.000 dólares y ningún restaurante yucateco logró estar en la lista.
Una de mis fuentes en Valencia tiene muy claro qué representa ser anfitrión: "Es difícil cuantificar el retorno a corto plazo, pero sí tengo claro que apostar por esta gala, al igual que ocurrió con Michelin, da visibilidad a la ciudad, a su gastronomía y es un punto de partida para lograr más inversiones a medio y largo plazo. En estos días en Valencia se hablaba del posible aterrizaje de un nuevo restaurante de un cocinero extranjero de gran prestigio internacional, y este tipo de inversiones son el resultado de participar en eventos que ponen el foco en la ciudad".
Respecto a los premios especiales, me consta por algunos patrocinadores, que no tienen ni voz ni voto a la hora de elegir a los premiados. Es más, se enteran de su propio premiado en el transcurso de la Gala. Esta prerrogativa se la guarda la organización, y ni siquiera participan el casi medio centenar de votantes de la lista.
¿Qué nos queda, pues, para saber a qué se debe la elección de los incluidos? En meses previos a los Oscar, las productoras no ahorran gastos en promoción y nadie lo ve como algo censurable. ¿Por qué los restaurantes no pueden hacer lo mismo? Obviamente, quienes pueden, lo hacen. Y al igual que pasa con las películas, que de vez en cuando se alzan con los premios más importantes las que no tienen grandes presupuestos ni un plantel de impacto, también ocurre que en los primeros puestos lucen restaurantes que no han optado por una especial promoción.
C’est la vie, que dirían los francoparlantes. Esto es una carrera de fondo para la cual cada uno opta por la táctica que más le convenga dentro de los medios de los que disponga.