¿Nos faltan palabras para definir lo que nos llevamos a la boca?, ¿nos puede la pereza a la hora de llamar por su nombre a tantos platos, ingredientes y productos que han existido desde siempre?, ¿acaso nuestra riqueza lingüística no es lo suficientemente buena para demostrar que avanza al mismo ritmo que lo hace la gastronómica? Quizás el problema no esté tanto en lo que nos falta, sino en todo aquello que nos sobra.
Tenemos demasiadas ganas de demostrarle al mundo que la España gastronómica también innova, pero no solo en lo que se sirve en el plato sino también en cómo lo llamamos. Y entonces, nos volvemos un poco idiotas. Tenemos, quizás, demasiado miedo a que la etiqueta de "gastronomía tradicional" nos sitúe por detrás del resto de cocinas del mundo donde, al parecer, se habla en un idioma internacional.
¿Por qué las redes sociales, Internet en general, chefs y restaurantes se empeñan en usar y abusar de los anglicismos cuando hablan de gastronomía? Tú no amas la gastronomía, tú eres un "foodie"; somos "avocadolovers", "healthy", y nos vamos de "afterwork". Tampoco hacemos bizcochos ni magdalenas, sino "banana breads", "muffins" o "cupcakes". Llamamos "food porn" a esa comida que nos hace salivar. ¿Su equivalente en español? Comida pornográfica. Vale, quizás no es políticamente correcta, pero es eso precisamente lo que hace que nos vayamos siempre al inglés para definir conceptos gastronómicos que en nuestro propio idioma no nos gustan; no quedan bien. No se aceptan.
Todos, me temo, hemos caído en una especie de idiotismo lingüístico que no solo inunda las redes sociales y los medios, sino también nuestra forma de hablar en nuestro día a día y de comunicarnos entre nosotros cuando hablamos de comida.
Y digo yo, ¿por qué presumimos tanto de nuestra marca gastronómica "made in Spain", y cuando nos la comemos en nuestra casa la idiotizamos con términos que nos vienen de fuera? El uso de tantísimos anglicismos no hace más que poner sobre la mesa una pobreza léxica, y un complejo de inferioridad que me niego a creer que sea real. La triste e irreal evidencia de que el lenguaje español carece de palabras para describir nuestro abanico culinario, tan variado y tan rico como lo es nuestro léxico.
¿Es el mundo de la gastronomía especialmente dado a dejarse rendir por los extranjerismos? Intentemos que esa gastronomía que tanto nos representa hable en el idioma que la ha visto nacer, crecer y expandirse por el mundo.
Si preferimos bebernos una #craftbeer en lugar de una cerveza artesanal; si nos va más el rollo #streetfood que la comida callejera; si preferimos llamarnos #winelovers en lugar de apasionados del vino; o si pedir comida a domicilio ya no nos gusta porque ahora lo que practicamos es el "delivery", pues bien. Quizás estemos denotando -consciente o inconscientemente- una admiración por lo ajeno en detrimento de lo propio. Nos enorgullece nuestra gastronomía, no lo niego, pero "this is Spain, you know".