La única forma de entrar en la guía Michelin es practicar una interesante y buena cocina, tener la suerte de llamar la atención de alguno de los inspectores del prontuario, para que nos visite, y esperar que se considere nuestra propuesta gastronómica como merecedora de un plato Michelin o de estrellas. Ni se les puede invitar a estos inspectores, ni se puede demandar su presencia de ningún modo.
Y es que con el prestigio que durante décadas ha alcanzado la amplia agenda culinaria publicada por Michelin, el prontuario gastronómico por excelencia en gran parte del mundo, muchas personas se interesan por saber cómo se aspira a aparecer en ella. Algunos restauradores, del mismo modo, se preguntan cómo entrar en la guía Michelin. ¿Es fácil? ¿Hay que iniciar algún procedimiento? ¿Debe solicitarse?
La respuesta a estas preguntas, como ya hemos visto, no puede ser más clara: no. Ni es fácil, porque si lo fuese cualquiera podría aspirar a la entrada y entonces el compendio no tendría el prestigio que tiene, ni hay que iniciar procedimiento alguno, ni debe solicitarse.
Los encargados de visitar restaurantes y evaluar su valía son grandes profesionales de la gastronomía y la restauración, técnicos de turismo o personas formadas en escuelas de hostelería con una experiencia profesional de como mínimo un lustro, que visitan cada año cerca de un millar de establecimientos. En estas visitas se constata la calidad de la experiencia gastronómica y se realizan informes que son compartidos con otros inspectores. Si finalmente varios de ellos concluyen que el restaurante en cuestión cumple con los requerimientos que exigen, de acuerdo a unas directrices comunes, el espacio gastronómico entra en la Guía Michelin.