Un huevo en mal estado puede aguar la fiesta con una intoxicación alimentaria que haría sufrir desde fiebre, escalofríos y un mero malestar estomacal hasta náuseas, vómitos y diarreas. Para ahorrarse todo eso, nada mejor que saber cómo determinar su frescura, distinguir señales de peligro y, por último, guardarlos en casa del modo correcto.
Cómo saber si un huevo es fresco y está bueno: trucos
La anatomía, el peso o el estado de la cáscara se cuentan entre las características más simples para comprobar, sin abrirlo y de forma muy rápida, que un huevo no va a causar problemas de salud tras haberlo cocinado y comido. ¿Cómo podemos asegurarnos?
Si se ha pasado bastante la fecha de consumo preferente de un huevo en absoluto se lo puede considerar en buen estado. Además puedes comprobar si flota, fijarte en la cáscara o agitarlo para escuchar su interior. Te enseñamos todos los trucos para comprobar si un huevo está fresco y apto para el consumo.
Comprueba la fecha de caducidad
Parece obvio, pero hay descuidos: la fecha de consumo preferente, que consta en la caja, sirve de indicador sobre el estado de los huevos. Hasta pasadas cuatro semanas tras la puesta es posible ingerirlos; y si se conservan refrigerados y con la cáscara limpia (sin lavarla), no tienen por qué estar malos, aunque hayan transcurrido unos días desde la fecha.
Sumerge el huevo en un vaso con agua
La prueba de flotabilidad resulta muy útil, y es tan simple como introducir en un vaso con agua los huevos en cuestión y observar si flotan sospechosamente o se hunden. Como ya vimos, un huevo contiene menos aire en su interior cuanto más fresco es. Si flota fácilmente, tal vez, no sea apto para consumirse. Por el contrario, la densidad es indicativo de frescura, por lo que se hundirá fácilmente.
Examina el huevo y comprueba la cáscara
Echarle un ojo a la cáscara también puede avisarnos de que sería oportuno tirar los huevos a la basura. Tampoco se trata de un sistema infalible: podría estar impecable y su interior, hecho una bomba de salmonelosis. Pero, si se le ven grietas evidentes (por las que se hayan podido colar bacterias), delgadita, frágil o combada, convendría comprobar si flotan.
Agita el huevo cerca de tu oído
Si existe un sonido alarmante para cualquier cocinillas cuando se dispone a hacer una tortilla española o algo así, ese es uno muy determinado que escucha al agitar un huevo junto a su oído: si la yema chapotea contra la cáscara, utilizarlo en la preparación probablemente garantice que los comensales pasarán al menos un día visitando el inodoro con frecuencia.
¿Cómo saber si un huevo está malo al abrirlo?
¿No te convence la primera ronda? A pesar de todo lo anterior, puede que persistan las dudas sobre la salubridad de los huevos misteriosos. En tal caso, hay otras tres maneras de despejarlas si se los abre.
Fíjate en los olores
Esto, al margen de las razones científicas, es una cosa de sentido común. Uno no se querría zampar ningún alimento al que le acercase la nariz para arrugarla después por el desagradable olor que desprende. Y con los huevos ocurre lo mismo: si se cascan y lo que sale de ahí apesta, dile adiós sin remordimientos. En general, los olores a huevo podrido lo provocan elementos con azufre y la descomposición de la proteína debido a la infección por microorganismos potencialmente peligrosos. ¡Ojo! La salmonela, al igual que otros microorganismos, no huele, por lo que podría no ser suficiente alarma.
El color de la yema
La tonalidad de la yema informa de cómo se ha nutrido la gallina de la que procede un huevo específico; por los pigmentos de lo que las alimentase, puede variar del amarillo pálido al naranja oscuro. No hay que temer si el color es muy amarillo vivo o rojo, estos colores los proporcionan diferentes pigmentos antioxidantes. Por el contrario, un color muy desvaído, blanquecino o turbio podría indicar que el huevo se ha pasado de más.
La adherencia de la yema y la clara
Examinar la separación de la yema y la clara del huevo es igualmente recomendable en estas indagaciones. Si la segunda se puede separar de la primera sin demasiado esfuerzo, pulgares arriba. De lo contrario, mejor tratarlo con cuidado. Y, por añadidura, debemos señalar que, si la yema se mueve al zarandearla un poco, magnífico. Pero, si queda rígida, mal asunto.
La consistencia de la clara
La consistencia de la clara es, así mismo, relevante porque el grado de frescura de un huevo afecta a esta cualidad. Si se la nota firme y de una contextura semejante a la de la gelatina, no ha pasado mucho tiempo desde que la gallina lo puso y se puede cocinar con él. Y, cuanto más aspecto líquido tenga, peor.
¿Se puede saber si un huevo tiene salmonela?
La Salmonela sp. es la bacteria causante de la salmonelosis, cuya infección puede producirse al comer carnes, frutas, vegetales y huevos. En cuanto a estos últimos, la salmonela es una bacteria común habitante de las cloacas de las aves (la última parte de su sistema excretor). Al poner los huevos, este microorganismo se queda en la superficie de la cáscara, que tiene unos poros muy pequeñitos. A veces, la bacteria puede llegar a introducirse dentro de los mismos, reproduciéndose y contaminando el huevo.
En otras ocasiones, la contaminación cruzada puede provocar que esta bacteria llegue a un alimento y prolifere. No hay ninguna manera de saber si un huevo está contaminado o no, puesto que esta bacteria no produce olores ni secreciones que la distingan. De hecho, pasa bastante desapercibida. La única manera de mantenernos a salvo es mantener unas buenas prácticas con los huevos: verificar que su envase está bien sellado y que los mantenemos siempre en buenas condiciones, en frío; nunca lavar los huevos, pero sí lavar los utensilios de cocina y nuestras propias manos; y no comernos los huevos sin haberlos cocinado a más de 80 °C durante al menos un minuto.
En el caso de preparados con huevo crudo, deberemos llevar especial atención con no contaminar los alimentos y, de nuevo, guardarlos en frío lo antes posible para ralentizar el crecimiento del microorganismo.
¿Cuál es la forma correcta de guardar los huevos?
Nunca se repite lo suficiente: el almacenamiento es un punto vital en la conservación de los huevos. Estos se revelan como un alimento muy nutritivo y delicado en la conservación de su frescura, y no se pueden guardar de cualquier manera. Debemos seguir tres pautas fáciles.
No lavarlos
Los huevos son como los mogwais y los gremlins de las dos películas dirigidas por Joe Dante: lavarlos tiene consecuencias catastróficas. Los gérmenes pueden entrar en ellos de este modo porque el agua destruye la capa protectora de su cáscara permeable. Y lo que sucedería si usamos productos de limpieza es que sus elementos tóxicos irían por el mismo camino.
Mantener su temperatura
Deben guardarse en un lugar seco, fresquito y oscuro, pero lo verdaderamente esencial es que no varíe la temperatura del entorno de los huevos a ninguna hora del día y nunca hasta las que se alcanzan en el verano de la Península Ibérica. Si no, podrían alterarse hacia un estado incompatible con un consumo seguro, como los que hemos visto.
¿Es mejor guardarlos en la nevera o fuera?
El único sitio del hogar en el que los huevos se mantienen con las condiciones mencionadas antes es el frigorífico. Y no les atiza la luz solar, cuya radiación puede descomponer la cáscara, subir la temperatura de su contenido y transformarlo en una fiesta bacteriana imprevisible. Pero hay que librarlos de la humedad y la posible contaminación de otros alimentos.