En pleno barrio de El Cabanyal-El Canyamelar se encuentra el restaurante más antiguo de Valencia, Casa Montaña, fundado en 1836. En esencia, «aparentemente nada ha cambiado», afirman. Continúa siendo lugar de encuentro, como lo fue desde sus orígenes, y una puerta «a un universo de sensaciones». A pesar de que los años, de forma especial los últimos, para qué negarlo, le han dado buen lustre.
Fue abierto como bodega en aquella primera mitad del siglo XIX. Un cuarto de siglo más tarde hubo cambio generacional. Ramona Montaña Romeu, hija de los fundadores, se hizo cargo del establecimiento. En 1880 se dio forma a su actual aspecto, reformando la barraca que hasta el momento le había dado cobijo. Y en 1907 nuevo cambio de manos, cuando el matrimonio Omedes-Doménech compró la casa.
Más adelante volvería a la familia fundadora, cuando María Pérez, viuda del bisnieto de los fundadores, llevó las riendas hasta 1960. Momento, aquel, en el que Enrique Guerra lo regentó durante dos años hasta traspasarlo al matrimonio formado por René Soriano March y Juana María Reus March. En 1991 el negocio pasó al pintor Santiago Polo García y en 1994 llegaría a las manos de sus actuales propietarios, Emiliano García Domene y su hijo, los responsables de su vitalidad actual.
Con ellos, Casa Montaña ha continuado rindiéndose al buen vino, haciendo valer su tradición enológica, y ha ido más allá con su vertiente gastronómica. Afianzando la oferta de platillos, de tapas, y la de restaurante propiamente dicho. No faltan patatas, anchoas, jamón, berberechos o clóchinas valencianas. Tampoco guisos y excelente producto ensalzado mediante el mínimo cocinado. Y platos de altura como el solomillo de buey trinchado con ajos tiernos o sus populares patatas bravas de secano.