Con saber solamente un poco de inglés entenderemos qué es la foodporn: comida pornográfica. Una traducción literal, efectivamente, que ejemplifica de un plumazo este concepto. Una forma de englobar todos esos alimentos y platos que resultan irresistibles. Aquellas preparaciones que prenden la llama del deseo, en forma de irrefrenable apetito, de todo aquel que los contempla. Todo lo que nos hace salivar.
Podemos estar hablando de un buen entrecot siendo cocinado en una parrilla, una paella valenciana haciéndose a leña, una buena bandeja de sushi, una hamburguesa chorreante de salsa y jugo, una tortilla con patata (y tal vez un poco de cebolla) sin terminar de cuajar, unos exquisitos chipirones fritos, una ensalada con pimientos asados… seguro que todo el mundo tiene un buen número de platos que, puestos ante sí físicamente o a través de una fotografía, provocan los rugidos de su estómago.
El término foodporn, además, se ha extendido especialmente en las redes sociales, especialmente en aquellas centradas en la fotografía, siendo la reina Instagram. En ellas, muchos son los perfiles que se han especializado en la publicación de apetitosas instantáneas de comida que provocan el alboroto de la comunidad. Son imágenes con un buen encuadre, con el plato perfectamente dispuesto, donde se aprecia la calidad de la preparación, estando lista para ser degustada. Y aunque parezca un neologismo de manual, el término aparece mencionado por primera vez en el 1984, en el libro Deseo femenino de Rosalind Coward. La escritora se refería entonces a esos platos que con una adecuada presentación, irresistible para quien los contempla, suponen un regalo, una forma de trasmitir afecto.
La capacidad de captar lo atrayente de un plato se ha convertido prácticamente en un arte. La tendencia de la foodporn, la comida pornográfica, seductora, irresistible y del todo atractiva, ha llegado al mundo gastronómico y de internet para quedarse.