Nos encontramos a mediados del siglo XIX, en el distrito Porta Nuova de la ciudad de Milán. En aquel lugar, en el interior de un laboratorio atestado de probetas, majadores y alambiques, dos hombres ensayan con diferentes mezclas. Hierbas, cortezas, raíces y frutos de diferentes partes del mundo macerados al estilo del vermut pero no en vino, sino en alcohol. En distintas etapas, durante diferentes tiempos. Y salta la chispa. Dan con la combinación ideal. Una mixtura exquisita, una bebida deliciosa. El artífice fundamental era Bernardino Branca, un particular autodidacta, y quien le echaba una mano un doctor sueco apellidado Fernet.
En homenaje al académico, Branca bautizó la bebida con su nombre, y en referencia a sí mismo, le añadió su apellido. Así nacía en el año 1845 el fernet, como bebida alcohólica elaborada a partir de una maceración de hierbas en alcohol, y la popularísima marca poseedora de la receta genuina, Fernet Branca, convertida en el digestivo por excelencia.
La secreta formulación, que ha pasado de padres a hijos sin salir nunca de la familia Branca, se compone de cuasi una treintena de hierbas más y menos populares originarias de los cinco continentes. Genciana de Francia, manzanilla de Italia y Argentina, aloe de Sudáfrica o ruibarbo de China, por citar algunas de las pocas que se conocen.
Junto a ellas, flores, raíces y otras plantas se infusionan en alcohol, en diferentes mezclas, y juntas componen el producto prácticamente final. Porque llegado este momento debe producirse el ineludible proceso de maduración. Un envejecimiento de al menos un año, en barricas de roble, que consuman al completo la obra.
Fernet Branca resulta entonces como una bebida de un bello color marrón claro, con reflejos ambarinos. Una maceración de intenso y equilibrado aroma, con ciertas propiedades medicinales y digestivas, en la que el gusto se encuentra dotado de una variedad de matices solamente comparable a la diversidad de ingredientes que los han propiciado. Se recomienda consumir en solitario combinándolo con dulces y «platos característicos como el arroz a la milanesa o la tártara de carne» o emplearlo realizando una mezcla con refresco de cola o limón.