La palomino es una variedad patria de uva blanca, una vid que compone casi la totalidad de viñedos de Jerez de la Frontera —la patria chica del jerez— y da lugar a vinos tan tradicionales de nuestra tierra como el oloroso, el amontillado o el fino.
Este último, acompañante ideal de un aperitivo, un ágape con buen jamón ibérico o un festín de marisco, toma un nuevo cariz con Fino Perdido, una edición limitada de la pionera y longeva bodega Sánchez Romate de la que, por cierto, mucho aprendimos hace unos meses cuando hablamos de su sorprendente Angêlus.
Y es que si por algo se caracterizan estos jerezanos es por buscar la diferenciación con astucia y ánimo de reinvención buscando, sin salirse de los más estrictos cánones que marcan la tradición, darle una vuelta a los procesos de elaboración y crianza para ofrecer referencias inéditas como el Fino Perdido que en el día de hoy llena nuestra copa.
Solamente existen quince botas suyas, por lo que es de edición limitadísima; es extremadamente cristalino a pesar de haber pasado cerca de ocho años en barrica; no es del estilo habitual de un fino, su madurez lo sitúa en los aledaños de la línea que separa el fino del amontillado; y su intensidad, aroma y sabor alcanzan nuestros sentidos y se instalan en nuestra memoria. Es un fino que sin duda enamora. Para estar hecho una lía.