Una eminencia en el mundo de las bebidas alcohólicas como Robert Parker, referencia indiscutible en cuanto a vinos, afirmó en 2013 que esta ginebra era la mejor que había probado nunca. Suponiendo que ha probado unas cuantas, dado el ámbito en el que se mueve, gran espaldarazo para Monkey 47. Un gin que, a decir verdad, se vende solo.
Esta referencia alemana de nombre y botella más que curiosos, es genuina como ella sola. La cifra que forma parte de su denominación recuerda el número de botánicos empleados en ella. Por eso está considerada como la ginebra con más ingredientes del mundo y, sin duda, una de las más sorprendentes gracias a su amplia variedad de matices tanto aromáticos como sápidos.
La historia de su elaboración se remonta más de cinco décadas atrás, hasta mediados del siglo XX, cuando el hijo de un diplomático británico comenzó a experimentar con los ingredientes que hoy en día la componen. Era Montgomery Collins, Monty para sus allegados, un hombre criado en la India británica, militar en las Reales Fuerzas Aéreas Británicas y uno de los efectivos que participó en la reconstrucción de la ciudad de Berlín, con el cargo de comandante.
Creada a mediados del siglo XX
Fue en Alemania donde se instaló, en 1951, dejando atrás el ejército. En plena Selva Negra levantó una casa de huéspedes y allí comenzó a hacer pruebas con diferentes botánicos para elaborar su propia ginebra. Aquel sueño, sin embargo, se desvaneció en la década de los sesenta para reaparecer, por casualidad, en pleno siglo XXI.
Unas obras en una antigua posada, la casa de huéspedes de Monty, descubrieron una caja con una botella, fotografías del creador y una carta con una detallada descripción de las 47 plantas con las que el exmilitar crearía su ginebra. Black Forest Distillers inició la producción de Monkey 47 en 2010 a un ritmo de 2.500 botellas anuales.
Una ginebra sumamente compleja, con un catálogo de aromas y sabores amplísimo, en el que destacan notas de flores como el jazmín o el saúco, notas de varias pimientas, toques cítricos más que evidentes, pinceladas dulces, el amargo del enebro y puntos frutales rojos que redondean el conjunto. El final, especialmente si se toma en solitario, lo recomendable tratándose de una propuesta de trago corto, se aprecia áspero a la par que dulzón.