Si pensamos en sidra, pensamos de forma cuasi obligada en ese mágico momento del escanciado, pensamos en culines de sidra natural servidos en sidrerías asturianas y acompañados de una buena carne. Si pensamos en sidra, pensamos también en referencias emblemáticas y con arraigo destacado, sidras como El Gaitero, con más de un siglo de historia a sus espaldas y una presencia cuasi obligada en las celebraciones de muchas familias. Pero si pensamos en sidra, debemos pensar también en la nueva generación que en los últimos tiempos está viendo la luz, sidras fuera de lo común que vienen a reinventarla.
Modernas, sorprendentes, sofisticadas, originales... son algunos de los adjetivos que reciben las sidras de estas corrientes innovadoras que tiene por objetivo la diferenciación de lo tradicional y la consecución de un estatus que las equipare con vinos espumosos, cavas y champanes. Ejemplo de esta nueva generación de sidras es Pomarina, nueva marca de la empresa propietaria de El Gaitero, que viene con dos variedades bajo el brazo: una espumosa, al estilo de los cavas, y otra natural, con el sabor de siempre.
La primera, llamada Pomarina Brut, es a las sidras prácticamente lo que un champagne es a los vinos blancos. Nombrada por el comité de expertos del Consejo Regulador de la Sidra de Asturias como Mejor Sidra de su categoría en la pasada cosecha, esta sidra es un granvas de gran envergadura que se recomienda servir entre 7 y 10 grados. Un color dorado con tonalidades pajizas, una burbuja sutil, unos matices frutales y un perfecto equilibrio entre acidez y dulzura definen una sidra, la Brut de Pomarina, que bien podría sustituir al mejor de los cavas.
Por su lado, la Pomarina Natural se concibe como una sidra natural con un plus materializado en su avanzada producción a nivel técnico que le permiten, sin necesidad de escanciado, alcanzar la máxima expresión. De amarillo áureo y brillante, con reflejos verdosos, burbuja fugaz y aromas frutales con predominio obvio de manzanas, pero también de cítricos, muestra una frescura sumamente singular y una juventud que la definen y sitúan al lado de vinos blancos ligeros.
Del manzanero a la botella y de la botella a la copa.