Brouwerij der Trappisten van Westmalle, también conocida simplemente como Westmalle, es una de las seis cervecerías belgas trapistas de la actualidad junto a las archiconocidas Chimay, Westvleteren, Achel, Orval y Rochefort. En total sólo son catorce monasterios de todo el mundo que elaboran cerveza bajo el sello trapista lo que certifica que esa cerveza se ha producido dentro de los límites (o en las proximidades) de la abadía, que la cerveza la ha elaborado los monjes de la abadía o por lo menos bajo su supervisión, y que todos los ingresos generados por la venta de la cerveza se usan para el propio sustento de los monjes u obras de caridad, no pudiéndose obtener ningún beneficio económico de la misma.
La historia de esta cervecería se remonta a 1836 aunque la existencia de la abadía es anterior, pues se fundó en 1794. Debido a la revolución francesa, un grupo de monjes de la Orden Cisterciense se vio obligado a huir de su hogar en la Abadía de La Trappe a Suiza, asentándose en un monasterio en las proximidades de Friburgo. Cada vez llegaban más refugiados, así que el prior decidió enviarlos a diferentes puntos del extranjero para crear nuevos asentamientos. Uno de esos grupos fue destinado a Canadá, pero en su peregrinación al paso por Bélgica el obispo de Amberes les invitó a crear un priorato trapense en una antigua granja de Flandes donde acabaron quedándose.
Los primeros años no fueron fáciles. A comienzos del siglo XIX el monasterio pertenecía a tierras del Reino Unido de los Países Bajos, que estaba por la labor de desintegrar todas las comunidades contemplativas, como la trapense, pero sus monjes lograron demostrar al gobierno que podían ser de utilidad para la comunidad, fundando una escuela y construyendo una posada. Así, el priorato continuó creciendo hasta 1836 cuando elevó su estatus al de abadía.
Y esa fecha coincide justamente con la primera elaboración de cerveza en la abadía por orden del abad Martinus Dom. Cuenta la leyenda que la primera cerveza de cosecha propia de Westmalle se sirvió a los monjes durante la comida del 10 de diciembre de ese mismo año, una cerveza descrita como ligera y de baja graduación, que poco tiene que ver con las referencias actuales de la marca. Durante un tiempo, las cervezas de Westmalle sólo se elaboraban para consumo propio, con alguna venta esporádica a las puertas de la abadía, hasta que en 1921 los monjes decidieron por fin comercializar sus birras de manera oficial. Ello conllevó una ampliación y reforma de la cervecería en la década de 1930 para satisfacer la creciente demanda de sus referencias.
Westmalle Tripel, una cerveza trapista ejemplar
Abadía de WestmalleY precisamente coincidiendo con esa reforma, en 1934 estrenó una nueva receta de una Pale Ale de graduación superior, en torno al 9,5%, que bautizó como Westmalle Tripel, siendo este el primer uso moderno de este término por lo que podemos considerarla como la madre de todas las Abbey Tripel de la nueva era (la terminología original data de la Edad Media), y un ejemplo para muchas cervecerías belgas que posteriormente han elaborado sus propias referencias de este estilo.
Cabe mencionar que el concepto de tripel, aunque hay muchas y muy variadas teorías al respecto, no tiene nada que ver con que tenga el triple de alcohol, sino que en su elaboración se empleaba el triple de cantidad de ingredientes comparado con la Westmalle original, aunque es lógico que el incremento de cereal conlleve un incremento de azúcares fermentables, y por lo tanto un aumento en la graduación alcohólica resultante. Esta receta original se mantuvo vigente hasta 1956, cuando se introdujo unas pequeñas variaciones, y desde entonces hasta ahora la Westmalle Tripel se ha seguido elaborandose de la misma manera.
De color amarillo pálido se elabora con maltas tipo Pilsner y lúpulos de las variedades Styrian Holdings, Saaz y una mezcla de lúpulos de origen alemán, además de azúcar de caña. Después de un largo proceso de fermentación en dos fases, se embotella con una pequeña dosis de azúcar y levadura, para que siga fermentando en botella. Botella que por supuesto luce orgullosa el distintivo de auténtico producto trapista, tanto en su versión clásica de 33cl como en el formato magnum de 75cl.
Todo ello contribuye a la creación de una cerveza compleja, con mucho cuerpo, llena de matices, bastante dulzona, con aromas frutales, entre los que destaca el plátano, especialmente apreciable si se degusta con una copa tipo cáliz, además de toques a maracuyá y cilantro. Una cerveza fina y elegante, cremosa y suave a pesar de su alto contenido alcohólico, de retrogusto largo y seco, sin apenas amargor perceptible. Según sus creadores marida a la perfección con guisos de pescado, carnes de res maduradas y, sorprendentemente, con fresas.
Sea como fuere, se trata de una cerveza con mucha historia que hay que beber por lo menos una vez en la vida. Lamentablemente, resulta imposible probarla in situ pues la Abadía de Westmalle ya no permite visitas, pero sí es totalmente recomendable degustarla en la cafetería oficial de la marca, el Café Trappisten, ubicada a escasos 700 metros de la abadía, donde no sólo podremos catar la Westmalle Tripel, sino también la Dubbel de la marca, e incluso una sorprendente combinación de las dos a la que llaman half-half.